La salida de Los Santos Inocentes a las tablas de La Riviera es el último momento de la noche que nos recordamos en Madrid. El arranque del concierto con El Mar, el Cielo y Tú deja caer un manto misterioso, casi chamánico que nos transporta ya de entrada a otro universo. El universo Bunbury. Un universo en medio del desierto, con un pequeño, caluroso y polvoriento pueblo. Con una cantina, con una mesa destartalada de madera, con una botella de tequila y tres vasos de chupito. Rodeado de Santos Inocentes, de sombreros, de guitarras españolas, de claveles y de botas de tacón.

Alvaro Suite a la guitarra
En medio de la bruma, comienza a sonar una guitarra, un espectro vestido de negro la hace sonar como preludio a la aparición de Enrique Bunbury sobre el escenario. Lo hace como siempre, derrochando tablas, también de negro, con llamas rojas, las del infierno, y agarrando ese micro lleno de calaveras, moviéndose como sólo él sabe hacerlo. La aparición de éste es como una explosión que sale de una rendija y llena de energía toda la sala, energía que va in crescendo conforme avanza la velada. Enrique se mece, se balancea, baila como bailaría una de las llamas de su chaqueta al son de sonidos que saben a desierto, a cantina, a cabaret y guitarras que suenan a cactus, a sol, a culebras y tequila. Y todo el universo se mueve con él. Un gusto poder tocar aquí... Viéndonos las caras. Y todos nos sentimos ciudadanos del mundo, de su mundo. Y entonces nos vamos de viaje, por supuesto, a ninguna parte, donde él nos lleva para sentirnos un poquito solitarios y definitivamente extranjeros allá donde vayamos, allá donde estemos.

J&B: Me recuerda a Héroes del Silencio. Fuck! Me había prometido a mí mismo no nombrarlos. Pero no puedo. Soy muy de Héroes, lo reconozco. Mucho. Y sí lo reconozco, soy muy de Bunbury. Lo que significa que le quiero y le odio por igual. Soy muy de Héroes porque a ellos fue a los primeros que vi en un concierto, entonces no éramos más de mil personas en aquel mítico pabellón de Salamanca. 17 de Septiembre de 1991. Yo no tendría más de... bueno... muy pocos años. De la mano de aquellas canciones descubrí el rock y lo especial que es escuchar a los grupos en directo, sobre todo después de pasarme horas grabando y regrabando cintas TDK para quitar al locutor pesado. Curiosidades de la vida, también pude ver en Salamanca uno de los primeros conciertos de Bunbury en solitario. Allí comenzamos esta relación tan particular que tenemos. Dos décadas después, nuestros caminos se han vuelto a cruzar.
Enrique

kboy: Con la intención de alejarnos del rebaño que se cuida a sí mismo, aterrizamos en pleno desierto, rodeados de polvo y agaves, bajo el sol abrasador. Nos colocamos nuestro sombrero ranchero y a lo lejos divisamos una pequeña cantina. Dentro hay una banda tocando. La guitarra eléctrica me suena a Los Lobos, la española a Tijuana y el contrabajo a San Telmo. Todo se mezcla. Al fondo de la barra, un tipo algo tomado, le canta a su vida perdida y a los momentos pasados y traicioneros que no volverán. Pide otra canción: 'Pueden tocar "Ódiame", por favor? Odio quiero más que indiferencia, porque el rencor hiere menos que el olvido'.

J&B: Claveles vuelan hacia el escenario. Alguien grita Torero! y Bunbury, dispuesto a llevarse las dos orejas y el rabo, se arranca con la acústica. La Cantina disfruta con sus luces blancas y sus sombras. El tequila corre garganta abajo mientras una voz ahoga un grito... no me llames cariño, no necesito caridad. Las cuerdas de la guitarra nos transportan por esos caminos de tierra, esos dedos largos dirigen nuestro destino. Hay quien se atreve a decir sácame de aquí, no me dejes solo! Pero nadie se mueve, nadie quiere salir, quizá lo mejor es desearles a todos suertecita. Que cada uno siga buscando su destino, los brazos del amor del alma mía.

kboy: Nos unimos y juntos le cantamos a las ánimas para que no amanezca y la noche no se torne madrugada. La ranchera se vuelve lamento, lamento por una suerte esquiva y las ganas de que cambie para mejor, aunque sea de la peor manera, en El día de mi suerte. La gente aplaude y el tipo se arrodilla, se gusta, se sabe, sonríe.

El Licenciado Cantinas
El camarero se acerca a él: '¿Otra ronda, Licenciado?... Claro! Siempre'. Responde mientras se descuelga con otra rola sin soltar el caballito de Don Julio ni el nudo de su garganta. Nos cuenta los tiempos en que Él y Ella se querían Infinito y los tiempos que vendrán porque las cosas pueden cambiar. Nos recuerda que nunca se convence del todo a nadie de nada y dejando atrás a la banda sale de nuevo al desierto para seguir su camino. Bajo el sol, bajo la luna, un hombre delgado que no flaqueará jamás, directo al mundo. Sin patria ni bandera.

J&B - kboy

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El Solitario (Diario de un borracho) - Bunbury en Madrid
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2 comentarios hasta ahora. Añade el tuyo

  1. Queremos saber cuantos años tenias...presumido!!!!!!!

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  2. Jajajajajajajaja! Muy pocos, muy pocos. Unos cuantos menos de los que han pasado desde entonces... ;) (J&B)

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