Son casi las doce de la noche. The Cure lleva tres cuartos de hora de retraso. La “desorganización” está desaparecida hasta que una voz nos dice que hay un problema con los teclados. Es entonces cuando un momento desastroso se transforma en inolvidable. Robert aparece en el escenario. Está sólo. Tras explicar en perfecto spanglish lo que sucede, agarra su acústica (negra, por supuesto) y empieza a tocar. No hay nadie más. No hace falta nada más. Un foco ilumina su siniestra figura desde lo alto. Sólo se oyen las cuerdas de su guitarra y la voz del que sabe lo que está haciendo. Fueron quince minutos, apenas tres canciones que culminaron con un espectacular Boys don’t cry. Algo irrepetible.

Tras el regalo y un tímido “habéis venido a escuchar a The Cure y no a Robert Smith” desapareció del escenario durante unos instantes. Con todo ya funcionando comenzaron tres horas de conciertazo. Robert y sus chicos nos regalaron un repertorio en el que predominaron las poco habituales salpicadas con algunos de sus grandes clásicos.

Robert pasaba de una eléctrica a otra, de ahí a la acústica. Incansable. Siempre negras. Algunas de ellas con mensaje, especialmente claro ese “2012: Citizens not Subjects”. Apenas interacciona con el público, no le hace falta. La gente levanta las manos, aplaude, salta, baila, disfruta mientras The Cure juega con las luces y demuestra una solidez en el escenario de la que pocos pueden presumir. Robert gesticula, lanza esas
miradas al infinito únicas y hasta sonríe.

Quizá los puristas critiquen un tracklist menos oscuro del esperado. Quizá sus fans más acérrimos silbaran sus dos salidas del escenario y su vuelta a darlo todo. Son sólo pequeños descansos porque Robert no hace bises. Pero como decía la mole que tenía delante mientras se agarraba a la valla “Él es Robert Smith y puede hacer lo que le salga de la *****”. Y lo demostró en su segunda reentrada. Cuando se colgó una guitarra española que hizo las delicias de los que nos nos habíamos movido porque tenemos fe en él. Cuando decidió sacarlo todo y durante más de media hora nos regaló los clásicos, entre ellos, aquella Canción de la Semana, 'A strange day'.



Y como los más grandes, tres horas y cuarto después, The Cure ponía punto y final casi como empezó, con la versión eléctrica de Boys don’t cry. Para cerrar el círculo. Para poner el punto y final a una noche perfecta.

Sólo un pero, Robert. A veces, los chicos, también lloran.

J&B

Set acústico de Robert Smith en BBK 2012
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