Estamos en pleno invierno, el día ha sido de los de perros en Madrid, no ha parado de llover y el frío tampoco se quiere marchar de la capital. En estos días es cuando más añora uno la playa, el sol, el chiringuito. Sin embargo todo eso cambia cuando atraviesas la doble puerta de la Sala Cats. Por arte de música ya no llueve, el sol luce en lo alto y aquella palmera al lado de la playa nos viene que ni pintada para buscar una sombrita, encenderte un cigarro y dejarte llevar por la música.

En algún lugar son las Zulú 9:30, pero aquí y ahora lo que hay es un concierto Para todos los Públicos con cinco tipos dispuestos a llevarse a la gente de calle. El ambiente invita a ello, se puede bailar, saltar, brindar y sonreír. Ellos colaboran con sus sonrisas, con los guiños a las primeras y segundas filas. Consiguen que aunque seamos Extraños te abraces al que tienes al lado Por si no te Vuelvo a Ver. Porque Suele Pasar que lo único que quiero es encontrar Mi Sitio, y aunque haya 1000 Tormentas si No te Tengo habrá que encontrarse En Otro Lugar y entonces pedirte Quédate Esta Noche Conmigo.


Nos sorprende la madurez alcanzada por el quinteto catalán. Hace ya un tiempo (ese que pasa sin avisar) los veíamos en la Sala Taboo en un concierto mucho más pequeño para incondicionales o curiosos. Entonces nos engancharon con sus ritmos jamaicanos, con el buenrollismo que derrochan desde que se encienden las luces hasta que te despides de ellos. Ahora han crecido. Musicalmente suenan más eclécticos, más redondos, más trabajados. Sus letras derrochan mensaje, denuncia, sentimiento. En el escenario demuestran la experiencia que les da cada bolo que se han currado. Pero siguen teniendo ese buenrollo, ese brillo en la mirada que te provoca que sonrías canción tras canción. Las bromas y las palabras de Oski demuestran tablas, muchas.

La fusión con Canteca nos enseña que Barcelona y Madrid no están tan lejos y que para liarla encima del escenario sólo hace falta hablar el mismo idioma, el de la música. Esa que se te mete en el cuerpo y provoca que no pares de bailar, esa que sale del alma aunque la cuarta cuerda de la guitarra (la dichosa cuarta) se te rompa. Esa que te da lo que necesitas, en el momento justo.

Con los bises y algún que otro guiño al pasado cierran un concierto redondo. María sigue estando ahí, pero sus niños han crecido y tienen muchas más cosas que contarnos, algunas de ellas las compartieron con nosotros esa misma tarde, pero esa será otra historia, pronto os la enseñaremos. Se marchan pero nos dejan su sonrisa, el sol y algunas letras que llegan, que demuestran que no son sólo Palabras (y sí muchos sentimientos) y que... Todo Vuelve. Ojalá!

J&B






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