Accidente
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Parece ser que el 2023 va a ser un año de despedidas. Tras las despedidas futuras, entre otros de NOFX o Desakato, otros que han decidido parar la maquinaria han sido Rude Pride

Los madrileños han sido unos trotamundos que han pateado escenarios de varios países y continentes. Siempre han estado a su rollo, sin hacer mucho ruido, pero demostrando su valía constantemente y tocando en grandes festivales dentro del mundo punk y oi!

Durante el pasado 2022 han estado haciendo una gira de despedida que los ha llevado por Italia, Alemania, República Checa, UK y España. Para este 2023 han dejado sus dos fechas finales, Barcelona (donde cuentan con un gran número de seguidores) y Madrid (su casa). 

Por Barcelona pasaron el día 07 de enero por la Sala Razzmatazz y acompañándolos estuvieron The demencials y Revenja dos bandas catalanas que fueron los perfectos anfitriones para que Rude Pride se sintieran como en casa. 

Y como no podía ser de otra manera, el final de esta bonita etapa será en Madrid. La fecha, el 28 de enero en la Sala Paqui (la antigua Sala But). Para dicha fecha tan señalada se han querido rodear de buenos amigos. Estarán como fieles escuderos, los navarros Rotten XIII. Hacen bajo una base de punk oi!, una música que toca de refilón otros géneros como el rocanrol e influencias folklóricas de Euskalherria. También estarán los míticos Accidente. Los referentes del inconformismo, la rabia y la autogestión no querían perderse esta fiesta. Que mejor acompañantes para la cena de despedida de Rude Pride que unos maestros del DIY!

Las entradas están agotadas desde hace tiempo, así que, si eres uno de esos afortunados que vas a poder vivir una noche para la historia, disfrútala! 

Esperemos que solo sea un hasta luego y no un adiós definitivo. 

Larga vida al oi y a Rude Pride!

Saltimpunki


El que iba a ser el Madcool de los Foo Fighters ha quedado marcado por el trágico accidente del intrépido bailarín Pedro Aunión. A la organización del festival le han llovido las críticas por la gestión de la crisis y, a pesar de los sucesivos comunicados de prensa y el homenaje que se ofreció en las pantallas, no pudo sacudirse el K.O. informativo. El público, las redes y muchos medios de comunicación han criticado que el festival no parara a pesar de lo ocurrido.

Todos comprendemos que es una decisión difícil, que la suspensión hubiera podido ser una ruina para el festival, es muy fácil hablar desde fuera y a toro pasado, sin estar en la piel de los que tienen la responsabilidad de lo que ocurre en un macro-evento de esta envergadura. Cierto. No obstante, nos parece que todo hubiera sido más sencillo si, simplemente, el festival hubiera pensado en tratar a las personas como personas.

Los festivaleros  no somos niños a los que no hay que traumatizar, ni borreguitos a los que hay que mantener estabulados en un recinto, tenemos nuestras tripas y nuestros corazones y, sobre todo, somos capaces de razonar. Muchos de los asistentes dicen que no se hubieran quedado a bailar y saltar, de fiesta, en un lugar en el que una persona acaba de dejar la vida. Se hubieran marchado, sin más. Pensar que lo iban a hacer en tromba porque la noticia podía provocar una espantada es, ni más ni menos, que equipararnos a una masa de descerebrados, de hooligans subculturales que no van a un festival más que a beber, consumir y hacer el inconsciente. Pues no, no lo somos.

Y los artistas son personas, no son muñequitos a los que se pone en un escenario para diversión de las masas. Persona, y muy digna, era Pedro Aunión, que se jugaba la vida por su sueño de hacernos soñar a todos. Personas eran los miembros de Green Day, que hubieran agradecido estar al corriente del asunto y poder decidir si querían salir a escena o hacer como los Slowdive, que se negaron a actuar después de lo ocurrido.

Estaría bien que aprendiéramos de una vez por todas que el silencio en una crisis como esta es la peor opción. Y un silencio de cuatro horas, permitiendo que los artistas y el público siguieran haciendo el payaso como si nada, convirtió un encuentro cultural y festivo en un grotesco acto de la más absurda superficialidad. Por eso, señores del Mad Cool, no hubiera pasado nada si hubieran confiado en nosotros, en nuestra sensibilidad y capacidad de raciocinio, más que en esas fuerzas de seguridad que, según ustedes, les auguraban que la noticia iba a sembrar el caos.

A los Green Day les hubiera gustado saber lo ocurrido y probablemente hubieran cancelado, o no, pero habrían podido tomar una decisión libre y razonada. A los festivaleros, nos habría gustado que alguien de la organización hubiera salido al escenario a explicarnos lo ocurrido de persona a personas. Y estamos seguros de que todo el mundo lo habría entendido. La mayor parte se habrían marchado apesadumbrados y algunos otros se habrían quedado a bailar, cada cual con sus vísceras, pero unos y otros habrían podido decidir libremente y sin sentirse manipulados.

Y a lo mejor al festival le habría tocado devolver una parte de la entrada, o no, pero así son las cosas, no se puede ganar a cualquier precio. No al precio de la vida y de la dignidad de las personas: el show no tiene por qué continuar siempre.

Festivaleros!