Déferlantes 2014. Día 2: La Filogenia del Rock

Unos se han despertado en la playa, otros pagan apresuradamente en el chiringuito en el que están comiendo con los amigos y corren hacia el coche, algunos aprietan las pedaladas en un sprint de patín acuático para ganar la orilla... En Argelès sur mer, una tropa de festivaleros apuran las tentaciones playeras para llegar a tiempo al castillo de Valmy: nadie se quiere perder un minuto del segundo día Festival Les Déferlantes. 

Esta segunda jornada nos enganchamos al programa con un holandés que se gasta un traje azul y un soul de lo más elegante: Bo Saris, nos va metiendo en situación con cosas tipo She's on fire o The Addict. Como conocemos el efecto vintage de este festival, no nos extraña la sensación de estar rebobinando con un boli BIC una cinta en la que pone escrito a mano: Deferlantes DII: La Filogenia del Rock... Si, señor, Bo Saris, echemos la vista atrás.

Y cuando llegamos al principio de la cinta, y la ponemos en nuestro walkman imaginario nos encontramos con el blues más primitivo en el escenario Chateau.  Allí se lo está inventando un viejo trampero con camisa a cuadros, barba de dos décadas y una gorra de John Deer. Lo habéis adivinado: es Seasick Steve, que nos guiña un ojo desde el escenario. Un amigo asegura que le ha dicho que el día que muera no le importaría que lo enterraran entre los viñedos de la colina de Valmy: "conmigo van a hacer un vino estupendo". Aunque ya en escena, tras elogiar los vinos de la región nos explica que su vino favorito es el líquido amarillento que guarda en esa botella que le acompaña y que él llama Thunderbird. Junto con su inseparable batería, le va dando un repaso a su repertorio sacando a relucir los más locos cacharros musicales, como ese que se hizo con una caja de puros o un artilugio monocorde montado sobre una tabla de lavar, o el que lleva dos tapacubos de un coche a modo de caja... Y allí todos tenemos la impresión de que es uno de los sonidos más auténticos que hemos escuchado en nuestras vidas. Algo tan puro como el latido del corazón, el rugido del mar o el aullido del viento. Es el blues de un perro viejo al que no se le pueden enseñar nuevos trucos.

La siguiente pista de nuestra cassette es reggae hecho por unos ingleses que se llaman como el impreso del paro en UK: UB40. Red red wine, Kingston Town ... pero un momento, esto no suena como los que vimos en Andorra hace unas semanas!! Nos falta la voz inconfundible de Ali Campbell y esa explosividad que habíamos vivido en el Red Music. La razón es más complicada de lo que pensamos. En 2008 Ali dejó el grupo tras un conflicto definitivo con sus hermanos, sobre todo con Duncan al que acusaba de usurparle el puesto, y con el grupo en general porque, en su opinión, no estaba bien gestionado. Lo acompañó el teclista Michael Virtue, que salió de UB40 unos meses después de la partida de Ali. No acabó ahí la cosa: en 2011 los jueces declararon insolventes a varios miembros de la banda y a su sello discográfico. Uno de ellos, Terence Astro, decidió a principios de 2014 unirse a Ali y Michael y crear una banda a la que llamarían UB40. Solo que el resto de componentes nunca había dejado de trabajar bajo el mismo nombre. Shakespeare se lo hubiera pasado en grande contando la historia de UB40, sobre todo llegados al punto en el que los tres rebeldes aseguran que legalmente pueden coexistir con el mismo nombre que la banda de Duncan Campbell y lo justo es que sea el público el que decida quiénes son los que merecen llamarse UB40. Y lo cierto es que, vistos los dos grupos, los Festivaleros! nos quedamos sin lugar a dudas con los de Ali Campbell, es decir, los UB40 que vimos en el Andorra Red Music. Porque estos otros resultan una versión pálida de si mismos, una especie de banda tributo que echa demasiado en falta la voz original y el talento de los ausentes.

El siguiente corte de nuestra interesante compilación filogenética viene de finales de los 80. Es rock fusión pero se hacen llamar Federación Francesa de Funk, o mejor, FFF. Esta es una de las mejores bandas que hemos visto en escena en la edición de este año, de esas que nos apuntamos para nuestras listas de reproducción. En cuanto a la música, destacan por su voluntad de mestizaje, que comienza desde la entrada con un alarde de percusión tribal, y pasa por todos los estados hasta un rock chispeante con perlas como Le Pire et le Meilleur o este Barbes que corearon hasta los niños festivaleros de Valmy. En cuanto a la puesta en escena, son una estrambótica banda salvaje que merece la pena ver evolucionar bajo la batuta de un imparable Marco Prince, un frontman que ponemos en el Olimpo de bestias de escena en el que ya teníamos a gente como Skin de Skunk Anansie, Mat Bastard de Skip the Use, Eugène Hütz de Gogol Bordello o el propio Manu Chao.

Como el Universo creó la música, Matthieu Chedid creó a M, un personaje pop-punky-latex, tímido e histriónico a partes iguales, con el que emprendió una interesante carrera artística. Conociendo el personaje por la tele y por la radio, antes de verlo en directo, me temía encontrarme frente a un espectáculo cómico y autorreferencial de un showman más o menos entretenido. Sin embargo, mis temores se disiparon desde los primeros riffs de este genio que lleva la música en la sangre. Además de su repertorio habitual, en el que no faltaron clásicos como Je dis aime o éxitos más recientes como el energizante Mojo, subrayamos La Seine acompañado por tres niños, en un guiño a Vanessa Paradis, que había pisado la misma escena el día anterior, y el genial experimento con el Ion All Star del que supo sacar el máximo partido. En el lado showman, destacamos sus discursos estridentes y susurrantes, sus gafas triangulares con luces de colores y el éxito total de hacer que el recinto quedara iluminado con la luz de los teléfonos de los espectadores para ilustrar el tema La Bonne Etoile. Lo mejor de las dos vertientes: la de gran músico y la de showman con afinado sentido del espectáculo se mezclaron en un delirio guitarrero que empezaba como Seven Nations Army y derivaba hasta el paroxismo (podéis verlo en este vídeo, que no es de muy buena calidad pero da una idea de lo descomunal del momento).

Y por si no hubiera sido suficiente, al final de la noche nos esperaba una banda de lujo: Shaka Ponk. Aunque en Papillons de Nuit 2012 nos habían gustado bastante, nos pareció que su idea no estaba aún completamente madura. Esta vez nos parecieron una banda deslumbrante con un proyecto que ha encontrado ese camino del que habla el simpático monete que tienen por mascota virtual en la canción Story O' My Life. Estos fenómenos han encontrado una fórmula en la que el rock toma forma de hiphop, de reggae, de electro-disco y hasta de hard core... Después de 3 años sin sacar disco han reposado todo eso escena por escena y han conseguido que, en lugar de un montón de etiquetas influenciadas las unas por las otras, lo suyo suene a algo completamente nuevo y particular: el inconfundible sonido Shaka Ponk de su último album The White Pixel Ape (2014) y de temas como I'm Picky, Sex Ball, On the road o Te Gusta Me. Teniendo en cuenta la puesta en escena espectacular, teatralizada como los mejores momentos del art rock, podemos inferir que si algo merece el título de postrock, en mi opinión, es esto tan genuino que han creado los SHK PNK. Uno de esos grupos que nos encanta recomendaros y a los que seguiremos atentamente, porque aún las pueden liar muy pardas. De momento, veremos su nuevo disco que sale el 3 de Noviembre con el título de The Black Pixel Ape.

Después de esa segunda jornada en el Chateau de Valmy, salimos del recinto como quien sale de un Oxford de la música después de una clase magistral sobre el rock en sus diversos estados. Nuestra cassette imaginaria Les Déferlantes DII nos había ofrecido un completo repaso del pasado, presente y futuro de la música, especialmente pensado para alumnos tan curiosos como los aplicados Festivaleros!

Dr. J