Llegaba el pasado Diciembre la gira de Doctor Deseo al frío Madrid, donde se encontraba con un fiel y variado grupo de unos pocos cientos de seguidores. El lugar de la cita, la sala Paddock, poco habitual en el circuito de conciertos de la capital pero que resultó ideal para el grupo, con un escenario bajito a ras de público en el piso de abajo y un piso de arriba en forma de teatro con balconada, seguro que uno de los motivos de la elección de sala.
Y allí precisamente, encaramado a un balcón, nos recibía la inconfundible silueta con sombrero de Francis Díez, maestro de ceremonias de la noche, que nos daba la bienvenida entonando los versos de 'Alas rotas', - en los solares vacíos, de los gatos y juegos, de los niños perdidos... - para sumergirnos desde la primera nota en el mar de emociones que conforma un concierto de los de Bilbao. Eso sí, si te dejas hacer.
Y es que Francis es de los que gustan llevar la interacción con el público algún paso más allá. Baja del escenario y un foco blanco le sigue allá donde sus travesuras entre la gente le guían, esparciendo deseo, jugando, contoneándose, bailando y provocando. Cuando las canciones se medio desnudan y se quedan con una transparencia en forma de piano o de saxo, notas cómo te canta al oído y te recorre un escalofrío.Te canta mirando a los ojos, donde se ve la sinceridad y conecta cada palabra, cada silencio, cada gesto y cada entonación con la sonrisa y el asentimiento del público. Porque aunque de manera personal, las canciones de Doctor Deseo hablan de situaciones reconocibles para muchos, de sensaciones y anhelos - de libertad, de amor, o simplemente de sentirse un poquito mejor - que a veces no sabes expresar y que él consigue transmitir con su sensibilidad al escribir.
Detrás, una banda sin fisuras, con guitarras, teclados, saxo, bajo y batería, capaz de cambiar el registro del rock guitarrero de 'Busco en tus labios' al pop oscuro de 'Cuánto frío hace en Saturno' o incluso a sonidos más bailongos como los de 'Dancing in Hell', impregnando todo de una personalidad arrolladora siempre al servicio de las letras de Francis. Y así va trascurriendo un concierto cargado de emoción canalla, romanticismo con dos rombos, incorrección política y un punto de desasosiego tierno y vital de los que sólo se soportan con el pecho abierto y dejándose traspasar por un torbellino de sentimientos y, por supuesto, de deseo.
Lugar hubo para gritar con fuerza que 'no podrán callarnos ni con ley mordaza', que 'tienen miedo porque a los que antes nos llamaban maricas, ahora les hemos demostrado que somos muy maricones' (se entienda el trasfondo). Muchos cambios de ritmo que no dejan que te aburras. En un momento dado el protagonista de la noche baja del escenario por enésima vez, se sube a la barra y acaba morreándose con uno del público, que mira a su novia al acabar resoplando con cara de 'no pude evitarlo'.
Podemos estar bailando en el infierno despreocupados y acto seguido ver como Francis trepa por la pared hasta el piso de arriba del teatro para cantarnos 'Abrázame' sentado en el balcón, como si cantara a la luna desde lo más alto de algún tejado de alguna ciudad oscura, con un piano de fondo, mientras el público se deja arrullar.
'Cuando la copa de los sueños está vacía, y miles de abejas jugando en las tripas me roban las noches...'
Después de recuperar la respiración, volvemos a bailar a la salud de los 'Fugitivos del Paraíso'. Termina el concierto con la traca final, quizá las canciones más emblemáticas de la banda, 'Corazón de Tango' y 'La Chica del Batzoki'. Sin tiempo para más, consiguen todavía robarle unos segundos al final del concierto para marcarse una versión de 'Me Gusta ser una Zorra' de las Vulpes con las luces encendidas y el delirio desatado en el público hasta que les cortaron el sonido y Francis se despedía a voz en grito preguntando por un bar para quedar luego.
Y luego, pues cada uno se fue, deshojando la noche como pudo, algunos con el corazón de tango y otros con el cuerpo de jota.
kboy
'Alas Rotas' - Doctor Deseo
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