Robe en Wizink de Madrid
Cada vez que veo a Robe, siento que de alguna manera el mundo de la música le debe más a este tipo, que no tiene todo el reconocimiento que merece. La noche del sábado volvió a llenar de magia, sensibilidad y emoción un recinto tan frío como el Wizink de Madrid.


Salió la banda a escena con algo de retraso, hecho que quedó totalmente eclipsado cuando las primeras notas que empezaron a suspenderse en el aire. Después vino la voz, la de siempre, la que sale de debajo de la piel de esa garganta en carne viva que entona versos llenos de belleza pura y desgarrada. El suyo es el arte de mezclar como nadie la lírica, la crudeza y el desbarre. Identidad de Robe Iniesta, piedra angular, como digo nunca suficientemente valorada, de la música en este país.

Ahora Robe en directo no es rock, ni roll, aunque sigue siendo transgresivo. No es etiquetas ni estilos. Robe en directo pinta canciones, y su banda, pone banda sonora a una fábula con base de violín y flauta, o saxo, con voces aflamencadas que llegan de otra dimensión, como una sombra. La fabulosa banda, alejada de la electricidad de Extremoduro, y la entrega de un Robe que escribe y canta desde la entraña, hacen que el cuadro empiece a tomar colores verde bosque, azul vuelo, naranja ocaso y negro noche, rota por el juego de luces en simbiosis con los músicos. La música, pausada, adquiere tal textura que casi se puede tocar. 

Destrozares (2016) es la continuación depresiva y visceral de Lo Que Aletea en Nuestras Cabezas (2015). En cierto modo, ambos están formados por canciones para el final de los tiempos. ¿De qué tiempos? Quizá cada uno de los suyos. Una visión en pesimista evolución de la sociedad, de la soledad, del amor, de los recuerdos. Algo que siempre está revoloteando en las canciones de Robe. Aunque con lugares reservados para el brillo de la ilusión: 'La voy a buscar a su balcón, y en el camino mientras sube el ascensor, el mundo entero, se queda abajo'. Siempre en la penumbra asoma un verso que refleja algún tipo de esperanza, siempre un te espero, te esperé o te esperaré, como metáfora de lo que cada uno quiera.

Robe Iniesta en MadridSi todo esto lo tienen las grabaciones, el directo lo multiplica. Por eso es importante la sorpresa, por eso a Robe le llevan los demonios cuando ve cien móviles en alto grabando imágenes que luego están en youtube con una calidad pésima y encima adelantan los acontecimientos para futuros recitales. Robe no quiere -se puede estar de acuerdo o no- dar a su público la libertad de mirar o no mirar antes de adentrarse en el concierto. Prefiere mentes, ojos y oídos vírgenes a los que cautivar en la distancia corta, con los que compartir esos momentos. Y esa es la única manera de sacar todo el jugo a la experiencia.

Desde aquí, habiendo asistido por primera vez a uno de esos conciertos, lo recomiendo también. Ver cómo se pinta el cuadro en vivo y en directo en lugar de traerlo visionado de casa, es abrumador. Es abrirse el pecho, arriba y abajo del escenario, y dejarse atravesar por las pinceladas. Si por momentos te entristece, no debes resistirte, si se te escapa una sonrisilla cómplice, déjala que vuele. No son conciertos para celebrar, ni saltar, ni bailar. Ni siquiera para compartir con el de al lado (que me perdonen mis ilustres compañeros de batallas musicales). Son momentos de cierto aislamiento para compartir con Robe.

En pocos de esos momentos hay una concesión para Extremoduro. Pequeños guiños nada más. Aplaudido fue el amago de inicio de Extremaydura en la introducción de 'Cartas desde Gaia' (tampoco estoy descubriendo nada para quien la haya escuchado) y celebrada la única canción de Extremoduro del repertorio, 'Si Te Vas'.

Fuera de la música, dos recuerdos destacados. "Esta canción no va de fistros pecadores, va de la guarrerida sesuá...", presentaba Robe la canción 'Pervertido', con una sorprendente y cariñosa referencia a Chiquito de la Calzada, que perdía la vida horas antes. La segunda, una triste y sublime 'Nana Cruel' cantada a cualquiera de esos niños refugiados que pierden su vida en el mar cada día, con la última frase cambiada.

El público fue mecido y golpeado por Robe como en una marea que comenzó 'huyendo de este tiempo' y acabó 'dejando la puerta abierta siempre'.


Y se despedía Robe de la banda con una coreografía de saludo distinta para cada miembro, chocando las manos, los puños, entre sonrisas, dejando bien a las claras el disfrute que le ofrece esta aventura musical. Yo salía del Palacio Wizink con la sensación de haber sido atravesado, de alguna manera, por el espectáculo. No todo en esta vida es commedia, y no todo lo que no es commedia es tragedia. A veces sólo es viento, es lluvia, es fuego... y magia.

Gracias Robe, nos volveremos a ver.

kboy

Robe en Wizink de Madrid


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