Chucho Valdés abrió Jazz sur son 31*
Estamos en el auditorio Odissud Blagnac. Por una vez hemos llegado pronto y tenemos un rato para comer algo antes del concierto. El restaurante está completo y nos indican que solo quedan dos mesas al fondo, en la sección Brasserie. Por una de esas cosas del azar, las dos mesas están junto al espacio que han habilitado para los artistas, así que no dudamos en instalarnos como discretos snipers para poder observar a Chucho Valdés y su tropa. Parece increíble, pero allí están, a menos de media hora del concierto, distendidos, sentados a la mesa como en una comida familiar: el batería Juan Carlos Rojas Castro los preside con una sonrisa de satisfacción, el inquieto Dreiser Durruthy, percusionista y vocalista tradicional, charla a diestro y siniestro y provoca a los niños que se afanan en construir instrumentos imposibles con vasos y cubiertos, ayudados por la paciencia de la cantante Mayra Caridad Valdés ... 
Son los Afrocuban Messengers rodeando al genio y patriarca del Jazz Afrocubano. Chucho sigue las evoluciones de su familia artística con una mirada divertida y llena de tranquilidad. Por un instante se cruza con la mía y se enciende una chispa de curiosidad reciproca,  por su parte, fugaz, por la mía, creciente. Me aguanto las ganas de hacerle una seña y acercarme como un fan intemerato y me guardo todas las preguntas que me hubiera gustado hacerle para no romper la magia de ese momento tan real. Entonces Chucho se levanta y se dirige a la salida del comedor. Se aleja balanceándose, oscilando de un lado al otro a cada paso, con un aire de simpático gigante.
 
Los pasos de un gigante, los pasos de Chucho: Chucho's Steps. El título de su último disco. En la portada se puede ver al mismo gigante que acaba de abandonar el comedor de Odissud, , llegando a una encrucijada, el paso decidido y la mirada al frente, a punto de poner el pie en  un cruce de cuatro caminos: Hard Bop, Free Jazz, Jazz Modal, Música Afrocubana... El trayecto comenzó cuando Chucho contaba sólo tres años. Un día, su padre, el conocido pianista y subdirector de la orquesta Tropicana, Bebo Valdés,  lo pescó in fraganti sentado al piano y tocando una de sus piezas. La leyenda dice que corrió a buscar a su mujer y le preguntó qué era aquello, que si ella le había estado enseñando al niño a tocar el piano. Lo único que veo es que siempre que tu tocas, él esta detrás, viendo.(1)  Y a partir de ahí una vida llena de música . De la improvisación a la composición, de Irakere al Swing Afrocubano, del virtuosismo desbordante a la cerebral e impecable estrategia melódica, hasta llegar a ser considerado uno de los mejores pianistas de jazz del mundo y de la historia.

Es la hora. El público recibe al pianista y a su septeto con una salva de aplausos emocionados. La expectación ya está creada, no hacen falta presentaciones, directos a la música. Entramos en el ojo de un extraño huracán en el que reina la calma pero desde el cual vemos girar todo a nuestro alrededor al ritmo implacable de la percusión de Yaroldy Abreu y del bajo de Lázaro Rivero. El piano es un delirio que nos eleva y entre el genial absurdo no-fraseo del Free Jazz, se abren paso unas notas de Debussy que acaban distorsionándose en el mismo caos que producirá un Ragtime de libro tan solo unos compases mas allá. Y mientras atravesamos el Delta del Mississippi con nuestra tormenta afrocubana, a la altura de Nueva Orleans vemos volar a Carlos Miyares y Reinaldo Melian, saxo y trompeta, jugando a separarse sin soltarse de la mano. Zawinul's Mambo. Ante nuestros oídos, todo son milagros... la Scherezade de Rimsky Korsakov entra en la centrifugadora para salir hecha un blues afrocubano. Sólo Mayra Caridad Valdés, y su presencia de diva imponente es capaz de invertir la inercia del vendaval y levantar a un público hasta ahora inmóvil, clavado en las butacas por lo impresionante del recital.
Cantamos con ella, seguimos el ritmo y nos convertimos en parte integrante de la tempestad afrolatina. Un espíritu ancestral toma posesión de Dreiser Durruthy que rompe a bailar y recorre medio auditorio entre espasmos de danzas rituales. Odissud Blagnac se ha rendido y se deshace en aplausos. Por las ventanas se asoman y aplauden también los Marsalis, los Handcock y un Coltrane que ha visto sus Giant Steps  transformarse en Chucho's Steps a través de un caleidoscopio de cincuenta compases. A dónde van los Pasos de Chucho? le preguntamos al final del concierto. La sonrisa es enigmática, la respuesta, contundente: A seguir desarrollando el Jazz Afrocubano! Sabio. Cuando se sabe lo que se quiere, no hay más camino que seguir siempre hacia adelante.


Dr. J.



(1) ANAPAPAYA. Entrevista: Chucho Valdés en la Vereda
*Foto: Alejandro Pérez 
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