Estoy en la puerta de la sala Bikini haciendo cola para comprar entradas. La sala está en Ramonville-Saint Agne, a orillas del Canal du Midi. Cae la tarde,, Octubre comienza con una noche calurosa y junto al canal aun queda algún que otro mosquito. Estoy aquí porque una amiga me ha recomendado que no me pierda la próxima soirée de Kalakuta Productions, un colectivo toulousano con un espacio en Radio Campus FM, que organiza eventos puntuales en pequeñas salas del circuito alternativo de la ciudad. Sin embargo, esta vez son palabras mayores: Le Bikini es una de las salas mas grandes de Toulouse, con un calendario apretadisimo de fiestas temáticas y conciertos de artistas de la talla de Ayo, Pulp, Manu Chao... Los gustos musicales de la asociación son variados: funk, jazz, reggae, latino y, sobre todo, todo lo que suene a fusión y mestizaje. Esta noche nos traen al mito del Ethio-Jazz Mulatu Astatké.

Astatké es un músico etíope que a pesar de haberse formado en Occidente, nunca perdió de vista sus orígenes. Pasó por el Trinity College londinense y dió el salto a EE.UU. donde se convertiría en el primer alumno africano del Berklee College of Music. En los años 70 llegó a colaborar con unos cuantos grandes del Jazz, como Duke Ellington, y poco a poco fue encontrando su camino en la fusión entre el jazz, la música tradicional etíope y el sonido latino. La explosión en la escena internacional comenzó en 1999 con su colección Ethiopiques y culminaría con la composición de una parte de la banda sonora del film de Jim Jarmusch Broken Flowers, en 2005.
Mulatu Astatké, el sabio del Ethio Jazz
Le Bikini esta a rebosar. El concierto comienza con la taquilla cerrada. Mulatu Astatké tiene toda la apariencia de un  viejo sabio de la música. Está acompañado por un septeto de lujo: trompeta, saxo, teclado, violonchelo, contrabajo, batería y percusionista tradicional. El concierto se desarrolla en torno a los temas más esperados: Yègellé Tezeta  y Yèkèrmo Sèw conocidos por la película Broken Flowers, en cuyos solos destacan un saxofón que se luce e insiste en los matices orientales y las potentes variaciones de la trompeta que deja caer cortes y transiciones con una contundencia infalible. Astatké al vibráfono, su instrumento fetiche, toca tarareando para seguir el ritmo, sin perder la sonrisa, como un niño al que acaban de regalarle un instrumento que, sin embargo, conoce tan bien como la palma de su mano. Sólo lo deja en un par de ocasiones para atacar su otra especialidad: la percusión, aunque en ese terreno se queda en un segundo plano y cede el protagonismo a la batería y, sobre todo, al talentoso percusionista del septeto, Richard Olatunde Baker. Sonidos acuáticos, clásicos, trepidantes jamesbondianos... pase lo que pase el público sigue bailando. Al final del concierto, una ovación cerrada y caras de respeto y reconocimiento para despedir al gran sabio del EthioJazz Mulatu Astatké.

Dr.J


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