Algo está pasando, algo se está moviendo y nadie puede quedarse al margen.

Hace unos días ya os contábamos vía twitter cómo en medio del MTVBeach de Madrid aparecieron varias furgonetas con policías antidisturbios que se desplegaron de una manera que nos parecía excesiva. Su presencia se justificaba por la avalancha de gente que quería entrar en el recinto de un festival que era gratuito. Qué ocurrió aquella noche? Falta de previsión? Exceso de celo? Mala organización por cerrar y delimitar una zona que, repetimos, era gratis? Lo cierto es que, lo que tendría que haber sido un despliegue de seguridad para proteger a los que allí estaban y velar por la seguridad de todos, se convirtió en momentos de tensión, en carreras, en cargas policiales, en respuestas desmesuradas y en otra noche más de violencia en Madrid.

Nosotros estábamos, por decirlo de alguna manera, en la zona de los "ilegales". A nuestro alrededor, miles de chavales, muchos de ellos menores, unos cuantos haciendo botellón, otros tantos tomándose una lata de cerveza, sin meterse con nadie, charlando, bailando, riendo y escuchando en la lejanía los conciertos del otro lado del río. En definitiva, el mismo buen rollo que hemos vivido en cientos y cientos de conciertos, el mismo ambiente que se respira los fines de semana en esa y en otras zonas de Madrid. Todo se acabó cuando las furgonetas empezaron a moverse. Comenzó la tensión, las carreras, las amenazas de la policía y sí, también, la respuesta de algunos tirando botellas, latas o lo que tenían a mano. Y también comenzó la reprimenda entre los que allí estábamos para no tirar nada, para no provocar. Provocar! Si no habíamos hecho nada.

Al final, y tras una hora de tensión, terminó el concierto, la policía sitió la zona con un perímetro de seguridad brutal y ridículo y poco después los incidentes, muchos, innecesarios. Unos hechos que no representan a la gran mayoría que acabó por retirarse para evitar males mayores. La cosa no pasó de ahí y de varios artículos en diferentes periódicos al día siguiente.

Hace apenas unas horas, los medios de comunicación de medio mundo abrían con las imágenes de lo que sucedía alrededor del Congreso de los Diputados en el corazón de Madrid. Todos escriben, todos opinan, todos creen tener razón. Las imágenes están ahí, y, efectivamente, son los manifestantes los que tiran las primeras vallas. Pero las imágenes también están ahí, y, efectivamente, es la policía la que responde de manera desmedida. Vivimos en la era digital, en la era de "está pasando... lo estás viendo". Es ridículo ocultarlo, es inútil intentarlo, es vergonzoso defenderlo.

Tratan de separar, de distanciar, de desunir. Pero la gente, sea quien sea y venga de donde venga, permanece más junta que nunca. Sólo así se explica que después de más de cinco horas de tensión, la manifestación pública por las calles de Madrid siguiera viva. Y ya no se trata de reacciones puntuales o viscerales, se trata de una creencia de que las cosas tienen que cambiar. Y lo que es más importante, se trata del convencimiento pleno de que las cosas las podemos cambiar. Por eso es muy difícil que esto se pare. Y no lo van a conseguir ni la violencia de unos, ni la violencia de los otros. Porque hasta que la gente sienta que se la escucha no va a dejar de moverse y eso no lo van silenciar por mucho perímetro de seguridad que monten.

Seguro que habrá actuaciones que nos hagan dudar de lo escrito. Seguro que habrá concentraciones en las que la voluntad de los manifestantes sea violenta y nos hagan dudar de estas convicciones, pero no nos engañemos, esos son una minoría, muy ruidosa y de la que da carnaza, pero una minoría al fin y al cabo. El movimiento ha comenzado y nadie lo va a poder parar.

Y todo está conectado. El 25S, mientras la multitud defendía sus derechos, cerca de allí, un niño de 8 años jugaba su partido más importante después de ser atropellado por salir a buscar la pelota que se le había escapado a la puerta de su colegio. Ese partido lo perdió. Por su memoria y por la de todos esos niños que miran al futuro con la ilusión de quien tiene 8 años debemos seguir luchando para intentar dejarles el mejor futuro posible. Sin violencia, con la palabra, con nuestras convicciones, con la certeza de que la música debe seguir siendo ese elemento integrador que una y nos haga seguir disfrutando en un futuro mejor para todos.

Festivaleros!

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