De todos los estudios, argumentos, análisis del fenómeno Dover que hayamos podido leer o escuchar, yo me quedo con el que hacíamos después de salir de un concierto en la Plaza del Castillo de Zamora, allá por 1998, cuando para mucha gente Dover no era un fenómeno sino simplemente una banda que nos gustaba.

El disco por el que se dieron a conocer había salido el año anterior, un colega lo compró y nos lo puso en su casa con un ademán casi ceremonial, como queriendo captar nuestra atención antes de darle al play con un 'tenéis que escuchar esto!'. Yo miraba en la portada a un señor con cuernos que me devolvía la mirada fijamente. El título del disco, Devil came to me (1997), insinuaba lo demoníaco del personaje y yo sólo veía la foto de un señor mayor que podría ser de cualquier pueblo castellano, con unos cuernos pintados y ojos de estar algo achispado. Años más tarde me enteré de que ese señor efectivamente estaba con una copa en la mano en la foto original que usó Jesús Antúnez (batería de la banda) para el diseño de la portada, en una celebración en algún pueblo indeterminado del este de Europa, probablemente Rumanía.

Volviendo a la música. Nada más empezar a sonar, cuatro golpes de charles dan la entrada a guitarras altísimas y superdistorsionadas y a una voz reverberada a la que apenas se oye en los estribillos. Nuestras caras fueron de sorpresa ante un disco inesperado, con un ritmo frenético y unas melodías que no podías dejar de tararear. Además, el sonido un tanto hojalatoso propio de las grabaciones low-cost españolas de la época, le conferían ese halo de disco semi-maquetero con canciones tremendas, y todo unido etiquetaba al conjunto como pequeño tesoro al que pocos, pobrecitos el resto, tendríamos acceso. Nuestro tesoro esa tarde. Hasta que vendieron 700.000 copias ese año, claro.

15 años se cumplen ahora del disco que sacó al indie del underground y unió a gente de las más variadas procedencias musicales. Ellos lo celebran (trayectorias posteriores aparte) tocándolo íntegro estos días por una docena de salas pequeñitas y escogidas, de momento. Y yo como modesto homenaje, para esta Canción de la Semana que nos ocupa me quedo con Loli Jackson, por sus cambios de ritmo, su bridge de bajo que me encanta, y su letra un tanto depresiva y escondidiza, que grita ese tipo de cosas que nadie entiende, más que uno mismo.


Pues bien. El análisis que hicimos a la salida del concierto en Zamora fue visceral y lapidario: "La morena canta fatal y la rubia no sabe tocar la guitarra pero joder, ha sido un subidón, vaya descarga, brutal!". Estos chavales...


kboy

Loli Jackson by Dover @ La Riviera
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