La mayoría de grupos nos reconocen, y algunos incluso lo dicen luego desde el escenario, que el público de Madrid es especialmente entregado. Y desde luego por lo que vimos el viernes pasado en la sala But de Madrid, eso de nuevo se demostró.
Recibía la capital a La Pulquería para presentar su nuevo disco, Lobo de Bar (2016). 11 canciones que a juzgar por cómo las cantaba el público han hecho ya mella en la banda sonora de mucha gente.
Empezaban los valencianos el concierto explotando esa capacidad de La Pulquería de crear himnos e implantarlos en las cabezas que los escuchan, estrenando a pantalla grande el videoclip de '10 Años de Ron Cola', toda una declaración pulquera y una vista atrás a los años -y las resacas- pasados. Y así, con mariachis de fondo, con la calaca mexicana mordiendo el micro ya en pantalla y rompiendo la madre desde el primer segundo se lanzó la gente a corear y todo se descontroló siguiendo a la voz del Huracán.
Saltos sin parar tanto encima como abajo del escenario, desde las primeras filas hasta atrás la gente estaba como loca. Arriba los pies de micro y los cables temían por su integridad con tanto movimiento y saltos, y algún aterrizaje por encima del público también se marcó Gerard, el cantante, que se dejó la piel en todos los terrenos, como acostumbra. 'Always', 'Gitano' o 'Hey Ho Chingón' pusieron en bandeja las manos alzadas, los empujones y los coros.
Sólo algún momento de reposo como la sentida y desgarrada 'El Viaje de los Perdidos', hizo descansar a las piernas aunque siguió exigiendo a las gargantas. Las mismas que se vieron recompensadas con los largos tragos de tequila que alguien del grupo ofrece al público en cada concierto durante la canción 'Pancho Tequila'. En esta ocasión le tocó el turno al amigo de la banda Jo, dueño del bar en Almería donde el grupo suele celebrar sus fines de gira.
Quizá el momento de más locura colectiva, entre muchos, en los conciertos de La Pulquería sea la canción 'El Día de los Muertos', una fiesta que como dijeron "adoptamos, a la que hicimos una canción homenaje y que se convirtió en nuestra". La quintaesencia, mexican-punk, del grupo.
La única pena. El sonido. La batería estaba muy alta, las voces casi no se entendían, ni al cantar ni al hablar. Y es una gran pena porque no consiguió enderezarse en ningún momento del concierto, con lo que no hizo para nada justicia a la entrega del grupo sobre el escenario ni a la entrega del público abajo, que eso sí, no estaba para paños calientes ni excusas por las que no bailar y darlo todo.
Y así hora y media de éxtasis con sabor a mariachis, a tequila y a pulque. Esperamos encontrarnos cualquier otro día... en una pulquería.
kboy
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