Nos acercamos a una renovada sala Penélope para disfrutar, sin columnas de por medio y con un lavado de cara que la convierte en Mon Live, de una noche de ska en dos vertientes distintas y complementarias.
La primera, más festiva y desenfadada, la ofrecieron los chicos de Oktopussy, calentando el terreno del Skalari y su banda. Moviendo al poco personal que por allí estábamos quedó claro que la energía y la diversión no se negocian y que si hay que bajar al barro para animar el pogo, se baja, eso sí dejando el trombón arriba del escenario a buen recaudo.
Un buen rato donde brillan canciones como "El himno de los Ska-ídos" o "No nos podrán callar" y un medley de versiones donde sonó hasta el "Despacito" versión ska. Quizá excesivo pero tampoco vimos a nadie parado.
Finalizado el primer round, la bandera de los rude boys del barrio Lacoma de Madrid apareció para presidir un ambiente que empezaba a cargarse de energía. A partir de ahí la cosa se puso seria. No porque Juantxo no ofrezca diversión, sino porque el poso que tiene el Skalari son palabras mayores. Un artista que no para, que da la sensación de que siempre está de gira, y que junto a la Rude Band ha conseguido un directo con un ska muy fuido y engrasado por la maravillosa sección de vientos.
Por supuesto hubo palabras en favor de los derechos de la mujer, unos días antes de ese histórico 8M. Y por supuesto hubo recuerdos a los caídos en guerras antiguas, contados a través de canciones como "José República" o la deliciosa "Partisana", del nuevo disco, y en guerras nuevas que meten a gente en la cárcel por hacer canciones.
La relación con el público, que ahora sí abarrotaba la sala, es otro pilar del concierto. No son pocas las veces que Juantxo agacha la mano para ofrecer el micro a alguien de la primera fila, que clava la frase o el coro de la canción, ya sean de la etapa en solitario o de la etapa Skalariak.
Y es que si hacemos la cuenta, el número de canciones con la categoría de aunténtico himno es mareante, prácticamente todo el setlist del concierto. Incluso algunas de las nuevas ya son integradas y coreadas como si fueran de toda la vida. Gran disco ese Rudi Records.
Juantxo siempre está de revuelta y siempre es un placer volver a escucharle y a gritar con él. Ya sea puño en alto, mano haciendo de cresta entrando en el pogo o con los pelos de punta cuando canta "Despídeme".
La única pega que podemos poner al concierto no tiene mucho que ver con la banda. El sonido de esa sala, tan renovada y molona, con su zona "super VIP", no hizo nada de justicia a lo que sucedía en el escenario. Si eres una sala de directos como este, no deberías permitirte sonar tan mal. Esperemos que fuera algo puntual y no generalizado.
Ah y otra cosa. Quitar el espejo de la entrada es imperdonable. ¿Dónde se va a hacer las fotos la gente a la salida? Quizá por eso, el público siguió la fiesta fuera haciendo percusión con contenedores y coreando las canciones un buen rato después del final. Un gran espectáculo de luz y sonido rematado con destellos azules de lo más resultón...
kboy
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