Pyramid Stage. Glastonbury Festival.
  
Abro los ojos en una tienda desconocida... Oh, oh... ¿Qué ha pasado? Pues que mi quechua no entraba en el avión y me he traído esta otra, que pesa más pero cabe en la mochila, malpensado, me digo a mí mismo. En el exterior, alguien está inflando y desinflando un globo y me hace pensar en una fiesta así que me animo a abrir la cremallera que me separa de ese nuevo y extraño universo llamado Glastonbury.

Estamos en lo alto de Bushy Ground. A la llegada, los amables voluntarios nos habían dicho que Pennard Hill y The Park estaban completos (y eso que solo eran las 11 de la mañana del primer día) así que habíamos llegado con nuestros bultos hasta donde nos dieron las fuerzas y nos habíamos plantado en el primer lugar elevado que encontramos, a salvo de las posibles inundaciones. Desde aquel balcón dominamos la larga recta de llegada al recinto. En la colina de enfrente, los autobuses van y vienen sin cesar y desde allí se ve venir una larga fila de festivaleros. A las espaldas llevan sus mochilas, tiendas y colchones; los brazos sirven para tirar de carros repletos de cajas de cerveza y sidra en lata ... qué asco. Ya se lo dije a J&B: teníamos que haber comprado más cerveza. En la ronda de reconocimiento del miércoles nos dimos cuenta de que uno puede comprar cualquier cosa imaginable en Glastonbury y comer todo tipo de comida, pero es muy difícil encontrar cerveza. Los bares con licencia están diseminados como las farmacias en una ciudad y al principio no es fácil encontrarlos, porque estos no tienen un rótulo verde parpadeando. Nota mental: que no se nos olvide enviar un mensaje a los que llegan hoy. kboy STOP deja la ropa STOP pilla cerveza STOP. 

Indicadores en Glastonbury FestivalKboy llega esta noche, pero nuestro festivalero argentino, Glasto-Martin (GM a partir de ahora) llega a la Bus Station en unos veinte minutos. Me da tiempo a pegarme una ducha y tomar un café por el camino. Salvo que esto es Glastonbury y solo hay ocho duchas en la zona de Greenpeace a una hora de marcha de donde me encuentro... Pues sea una ronda de toallitas higiénicas y desodorante a granel y venga ese café.

Una vez en la estación, los amables voluntarios me informan de que el bus que espero llega con retraso, así que decido quedarme allí y observar la llegada de los que van a ser ciudadanos de Glasto durante los próximos cuatro días. Vienen desde todos rincones del país y, cuando descienden de los vehículos, se buscan unos a otros hasta formar pequeños clanes en los que se identifican familias y grupos de amigos. En cuanto a las edades, la mayor parte están entre los 20 y los 40 años, pero también se ven algunos niños acompañando a un grupo de adultos y gente que ya ha dejado atrás la cuarentena, con aspecto de veteranos curtidos en un millar de conciertos. Esta población es la que configura el particular espíritu de Glastonbury: gigantesco y familiar al mismo tiempo, un lugar en el que es fácil encontrar gente simpática, pero difícil entrar en algún grupo de los que ya vienen formados. Dicho de otro modo, a esta romería se viene entre amigos...

Glastonbury Festival. Avenida.

Un abrazo, amigo! Bienvenido a Glastonbury! Vamos a ver a los Rolling!! GM viene con las pilas cargadas para la batalla. Al darme la vuelta veo el muro que separa el mundo real del universo Glastonbury: una empalizada de tres metros de altura que rodea todo el recinto y está vigilada por amables voluntarios desde una serie de torretas distribuidas a lo largo del ingenio. Se me vienen a la mente los tres amigos mexicanos que conocimos hace dos noches en el Rock and Bowl de Bristol y pienso que deben estar en alguna parte, intentando encontrar el punto débil de la muralla. Si hay mexicanos que saltan a Estados Unidos... ¿cómo no vamos a ser capaces de brincarnos en Glasto? argumentaban, con una seguridad delirante... Y a aquellos los disparan, pinche enfermo, añadieron ante nuestras caras de escepticismo. Nosotros entramos, como la mayoría de los Glastonburianos, por la puerta oficial, pasando el doble control con nuestras entradas adquiridas por carambola en una mañana de domingo, previo registro seis meses antes, con foto y ficha completa.

Los amables voluntarios me reciben por segunda vez en dos días y me vuelven a dar el lujoso programa formato revista. Nos adentramos en Glasto, y vamos charlando animadamente, por lo que no nos damos cuenta de que el cielo ha empezado a nublarse. Cuando llegamos a nuestras tiendas, empiezan a caer las primeras gotas. Mejor será que preparemos buen calzado y chubasqueros. En unas horas todo aquello se va a convertir en un gigantesco barrizal. Antes de salir por el camino de Silver Hayes echo un último vistazo a nuestro campamento. La tienda de los vecinos está decorada con multitud de globos de colores. Debe ser el cumpleaños de alguno de ellos...

Dr. J

Park Hill. Panorámica de Glastonbury Festival


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