Reconozco que tenía mis dudas con respecto al Berlín Festival. Tres días de electrónica en todas sus variantes me daban un poquito de respeto. Cierto es que no es el tipo de música que más me gusta, pero cierto es también que para un rato y en determinados momentos, puede ser terapéutica. Pero Berlín es Berlín, Kreuzberg el barrio de moda y si la noche antes de que empiece el Festival has encontrado el bar que nunca cierra, las perspectivas mejoran y mucho.

Así que con éstas nos plantamos en el recinto. Para llegar hay que cruzar una pasarela elevada sobre la que se puede ver la siempre imponente torre de comunicaciones de Alexanderplatz. Una vista que al atardecer siempre mejora. Una vez dentro, lo primero que te das cuenta es que Berlín Festival tiene muchas cosas que ofrecerte. Los exteriores son un circo ambulante en el que los festivaleros pueden disfrutar de magos, zancudos, trapecistas, bancos gigantes y hasta una destilería de vodka. Es el Art Village, una zona de recreo y tranquilidad pero en la que a media tarde puedes descubrir a todo un clásico como Richie Hawtin calentando al personal. Y si vas un poco más allá, sobre el escenario hay dos artesanos de la música haciendo sonar sus instrumentos de fabricación propia. Podríamos decir que esta es la zona Lounge del Berlín Festival.

Para llegar al meollo de Festi hay que atravesar lo que antes era una vía de tren que conducía al corazón de estas fábricas abandonadas reconvertidas ahora en zonas de ocio. El Arena Mainstage es una nave diáfana que en otro tiempo fue corazón del Berlín más industrializado y que ahora nos lleva hasta el Berlín más underground, ese que nos tiene enganchados. Allí, entre paredes de ladrillo, suelos de cemento y restos de bicicletas por los aires suenan GusGus para delicia de la multitud que llena la sala. Fue el aperitivo del primer día. Pero no fueron los únicos, allí vimos al día siguiente a Romano y nos guardamos para el cierre del domingo a los sorprendentes Atari Teenage Riot que nos engancharon con sus agudos a la hora del atardecer. Para luego dar un cambio radical y disfrutar de lo lindo con unos Rudimental que sonaron a gloria e hicieron enloquecer a un público absolutamente entregado. Era difícil superarlo pero Underworld cerró por todo lo alto un Mainstage de muchos kilates.

Casi por oposición al Main, en lo conceptual y en lo espacial, está el Arena Club. Una sala considerablemente más pequeña y en la que pasaras a la hora que pasaras no cabía un alfiler. Con un concepto mucho más house y trance, los sonidos de Westbam nos hicieron flotar hasta que volvimos a parpadear para volver a tocar tierra. Vecino del Arena Club estaba el Glashaus, un espacio alargado con recovecos en los que tan pronto te encontrabas unos sofás para descansar el cuerpo como una barra para alimentar el espíritu. Otro espacio multidisciplinar en el que sonó, entre otros, Zebra Katz para cerrar una primera noche de los más interesante.

Sólo quedaba entonces descubrir el Love Boat. Sí. Aprovechando la presencia del río, nada mejor que darse una vuelta por la playa y la piscina preparadas para los valientes que quisieran probar las frías aguas berlinesas de finales de Mayo. Para los más cobardes, al fondo había atracado un barco del que no tardamos mucho en descubrir el por qué de su nombre. Nos dimos cuenta cuando tras una mesa de mezclas vimos la imponente figura de Gloria Viagra. Con sus más de dos metros, su melena cardada, sus piernas kilométricas y su bigote inconfundible. Fue, sin duda, uno de los grandes descubrimientos del festival, capaz de enganchar temazo tras temazo sin apenas mover un pelo de esa melenaza y meterse a la gente en el bolsillo con su naturalidad y su sonrisa. Un descubrimiento a tener en cuenta para las noches más locas.

Y es que además de una sensacional DJ, Gloria Viagra es capaz de subirse a un escenario para deleitarnos con un show a medio camino entre lo bizarro y lo freak pero que te engancha hasta el final: Trashité. Un show que luego deja paso a que los sonidos balkánicos se apoderaran del White Trash. Sí, porque hasta en el Berlín Festival conseguimos encontrar a los balkanieros, Katja Kubikova, Daferwa y como no, nuestro querido y adorado Kosta Kostov. Con su sonido y recordando otros World Music pusimos punto y final al Berlín Festival 2015. Ha sido la primera visita, pero no será la última.

J&B


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