AMFest 2015
Foto: Helena Torrent
Me encuentro sentado en una esquina de la sala. Decenas de personas corren de aquí para allá, charlan y transportan pesados cables. Con prisa, aunque con cuidado, unas chicas preparan hasta el último detalle de un pequeño puesto de merchandising. El olor a concierto ya se respira en el aire.

Frente a mi, cuatro chicos sonríen nerviosos, las piernas les tiemblan de inquietud, y me cuentan con brillo en los ojos que están a punto de hacer la actuación más importante de sus carreras. Ellos son Böira, de Barcelona, estamos en la sala Apolo, y queda muy poco para que de comienzo la primera noche de la 4ª edición del AMFest, la fiesta del rock instrumental que tuvo lugar del 5 al 7 de Noviembre.

Yo no soy ningún entendido en el mundo de lo que algunos llaman post-rock, lo reconozco. Si queréis, tomadlo a modo de disclaimer. Ahora bien, de lo que sí sé, y mucho, es del cariño, la dedicación y el esfuerzo, tres requisitos necesarios para todo aquel que se quiera embarcar en una aventura cultural que se aleje del circuito mainstream en España.

Más allá del criterio musical esta iniciativa, creada en 2013 por el sello barcelonés Aloud Music para promocionar a sus artistas y a la escena, es de aplaudir y celebrar. Gente como Mauro, Natalia, Sergio, y otros tantos han formado un equipo de personas que disfrutan de lo que hacen, trabajan a destajo -y muchas veces, por amor al arte- y están convencidos de que están haciendo algo bueno. No sólo han conseguido acercar nombres conocidos internacionales, sino que han creado un punto de encuentro, donde las bandas de la escena nacional pueden crear sinergias y darse a conocer. Precisamente lo que Aleix, Guillem, Marc, Llobet y Clara, los integrantes de Böira, están deseando hacer. ”Nos morimos por salir a tocar”- grita Marc con voz entrecortada mientras menea la pierna con la ilusión de un niño pequeño que espera los regalos de Navidad. De fondo se oyen las últimas pruebas de sonido. Let the show begin!

Jueves

El ambiente se va apoderando poco a poco de la sala y un público de una edad media entre los veintimuchos y los treintaypocos charla tranquilamente hasta que los Böira hacen su aparición. Haciendo honor a su nombre, niebla en catalán, llenan el escenario de humo y guitarras alargadas. Su propuesta rockera con acompañamiento de piano crea una atmósfera que sumerge al público y hace menear las cabezas con cada golpe de la batería. Mucha calidad para empezar. Tras ellos vienen mis favoritos del festival, los californianos El Ten Eleven, un dúo de bajo y batería que añaden capas a base de loops creados en el mismo momento. “Me gustáis porque sonáis algo parecidos a Devo o Talking Heads, aunque bastante más rockeros”, le comento a uno de los integrantes tras el concierto, a lo que me responde dándome las gracias, pues son formaciones que admiran, y nunca nadie les había dicho algo así. Como buen bailongo que soy, me lo gozo como un crío. Para cerrar la noche, toman el escenario Maybeshewill, de Reino Unido, la formación más esperada de la noche, que se encuentran en su gira de despedida. Su propuesta es sólida aunque, todo sea dicho, previsible y demasiado correcta. “Suenan demasiado a disco”, me comenta una amiga. Y, a mi juicio, no le falta razón.

Böira
Foto: Helena Torrent

 

Viernes

Como de cariño va el asunto, esa noche decido no acudir al festival. Mis amigos Nacho y Judith van a ser padres de una niña y ella, y el estado avanzado de ella no le permite grandes sobresaltos. La música es importante, pero más importante son los amigos. Por suerte, cuento con aliados en la organización, y le pido a mi amigo Mauro días después que me resuma qué se vivió en la noche. “Para los que estamos dentro, el viernes es siempre el día más esperado, el de los experimentos, el de las bandas menos conocidas, el de las apuestas “raras”. El cabeza de cartel era Maserati, una de las bandas claves para entender el post-rock electrónico, que ofrecieron su primer bolo en España. Desde Luxemburgo Mutiny On The Bounty pusieron el festival patas arriba, igual que ya hicieran en el pasado Primavera Sound. Las primeras dos bandas nacionales, Maamut desde Barcelona y Viven desde Mataró, acusaron un poco el hecho de que el público aún estuviese llegando. Aún así sonaron bien y fueron dos toques inesperados y originales. Cerró la noche Stearica, italianos, que debían de tocar antes de Maserati pero encontraron problemas en su camino a Barcelona. Se quedaron tirados con la furgoneta a la altura de Tolosa, y llegaron cuatro horas más tarde, y de puro milagro. Para algunos, de los mejores conciertos de todo el festival. Claro, venían con ganas y rabia.


Sábado

El Ten Eleven
    Foto: Helena Torrent
Eso sí, no pensaba perderme la última noche. Además de querer darme el último chute musical, como me contó Aleix de Böira la primera noche, “primero queremos pasarlo bien, y luego hacer amigos, charlar y, quién sabe, plantar la semilla para nuevos proyectos”. Esa también era mi intención. Tras vivir dos años en Australia, un servidor quiere seguir dedicándose a la promoción musical, y estos son siempre lugares indicados para conocer a gente interesante con la que colaborar. Hablando de nuevos amigos, tuve el gusto de conocer a Xisco, director de la revista online Rock I+D, quien había preparado una mesa redonda del post-rock español a petición propia. Una gran idea a la que me apunté sin dudarlo. En el bar contiguo, nos pudimos sentar junto a representantes de todas las bandas nacionales del festival en una velada tan amena como enriquecedora. Xisco ponía la mecha con sus preguntas, y los rockeros la gasolina con sus comentarios. Sobre la mesa, muchas y variadas reflexiones sobre qué es realmente el post-rock, la variedad y riqueza del género y, sobre todo, muchas ideas sobre cómo hacerlo mejor y conseguir que, poco a poco, la escena vaya creciendo y asentándose a base de inteligencia, sudor y riffs. Todos los integrantes escuchaban con atención en una reunión muy positiva que podremos leer íntegramente en el número de enero de Rock I+D, un magazine interesante y distinto que podéis leer aquí.


Volviendo a la música propiamente dicha, la noche echó a andar con el directo de Erroma. Sólidos aunque un poco fríos, los vascos resolvieron con acierto la papeleta de ser los primeros en la noche más larga, mientras gran parte del público distendía en los bares contiguos. Tras ellos, los madrileños Le Temps Du Loup, pasaron a un sonido más duro que hizo entrar en calor a la sala.

Antes de que terminen, y en un impás, salgo de la sala y le digo a Natalia, encargada de comunicación del festival que, ya que mi amigo Mauro está ya sin voz y muy ocupado, me gustaría charlar con otra persona de la organización. Ella se deja raptar gustosamente y nos escapamos a un bar cercano, de los de barra de aluminio de toda la vida, a charlar mientras disfrutamos de una fresca cerveza catalana. Ella me cuenta un poco sobre la trayectoria del festival, e ilusionada me comenta que están contentos porque notan que cada vez goza de mejor salud. La idea original surgió hace 2 años como manera de festejar los 10 años del sello Aloud Music, que pegó el gran salto con la explosión de los hoy conocidos de sobra Toundra. Desde ahí hasta ahora, muchas bandas nacionales e internacionales han pasado por el festival con propuestas diferentes, con el común denominador del rock instrumental. Uno de los objetivos que se marcó el festival fue la de promocionar el género dentro de nuestras fronteras y, de momento, los objetivos se van cumpliendo. Su sonrisa de satisfacción lo atestigua. Como entre amigos anda el juego, nos dejamos interrumpir gustosamente por Marc y Clara de Böira, y entre risas comentamos lo que más nos ha gustado del festival. Marc aún sigue en el mismo estado de emoción extásico de hace dos días. Y es que, para ellos, que llevan acudiendo como público desde la primera emoción, este es un momento para degustar con alegría.

Mutiny On The Bounty
Foto: Helena Torrent


De vuelta a la Apolo, pillo empezado el directo de los vallisoletanos Ciconia. Como me había comentado anteriormente uno de sus miembros, “lo nuestro es metal sin cantante y con huevos”. Y vaya si lo es. Las guitarras pegan en el pecho y levantan a los más cansados de su letargo. Sin duda, unos de los mejores del festival. Después les siguen And So I Watch You From Afar. Los irlandeses se hacen uno con el público gracias a su carisma y a un sonido duro con ligeras pizcas de su música tradicional irlandesa. Para terminar estos tres días, Jardin De La Croix, grupo madrileño que ya habían pasado por el festival y que, si bien no consiguen sorprender, nos transportan con su sonido a otras épocas que quizá nunca existieron. Con esta energía mágica, los asistentes se desatan y gastan los últimos cartuchos de fuerza.

Tras el último concierto, siempre quedan los cigarros y las charlas de rigor en la puerta de la sala. Vuelvo a encontrarme a mis ya amigos de Böira, con los que charlamos sobre festival, pero también de lo humano y de lo divino. Mientras viajaba a Barcelona y pensaba en como enfocar este artículo, decidí que la musa que lo inspirase fuese mi amigo Mauro, parte del equipo organizador y gran colega desde que nos conociésemos de Erasmus en Holanda allá por el 2005. El trasiego lo hizo imposible, aunque había tenido la suerte de encontrar a otras energías que me inspirasen. Y son estos chicos de Barcelona, amantes de lo que hacen, a los cuales les deseo muchísima suerte, ahora y siempre. Antes de marcharme a la casa del amigo que me acoge, Aleix se dirige hacia mi y me pregunta si sería posible que les hiciera llegar esta crónica.

“De muy buena gana”, le contesto. Y es que en Festivaleros! nos encanta la música, pero aún más la buena gente. Ya lo vaticinaba en el anterior artículo que escribí sobre el AMFest, volví a casa con una gran sonrisa, aunque me equivocaba en pensar que me pitarían los oídos. Tengo que decir que la sala 2 de Apolo sonó magníficamente, así que nada de dañarse el aparato auditivo, y sí mucho de hacer nuevos amigos.

Señor Buendía
Fotos: Helena Torrent

Delta by Stearica


And So I Watch You From Afar
Foto: Helena Torrent
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