Sin ánimo de ser excesivamente entusiastas, porque siempre hay cosas por pulir, al bajar la cuesta de Kobetamendi y dejar atrás por última vez en 2017 el recinto del Bilbao BBK Live, nos quedamos con la sensación de que este año era complicado hacer una lista de pros y contras. Simplemente porque los contras iban a brillar por su ausencia. Sigue habiendo peros, evidentemente, pero vienen acompañados de grandes aciertos que hacen que el festival bilbaíno siga siendo una fecha marcada en rojo. Aunque se sincronice con el Mad Cool madrileño, que también coincidirá con el BBK Live en el calendario del año que viene.

Como hacer una lista de lo mejor y lo peor nos resulta complejo y algunos de los grandes avances del festival este año tienen algún que otro punto negativo, vamos a analizar los aspectos más relevantes de este año, que ha traído varias novedades. Si en la pasada edición estrenamos el escenario Basoa, esta ha quedado marcada por el pago con la pulsera y los vasos reutilizables.

Transporte

Cada año hay quejas por tener que subir la mitad de Kobetamendi a pie. La organización fleta autobuses desde Bilbao y Barakaldo, pero a partir de las 17.00 horas estos no suben hasta el recinto de conciertos y el camping para evitar problemas con el tráfico. Hay que hacer una parte del trayecto andando. Estaría bien que estirasen este servicio al menos hasta las 18.00 horas, teniendo en cuenta que no fueron pocos los que tuvieron que subir hasta allí cargados con sus tiendas de campaña y que a esas horas de la tarde aún no hay aglomeraciones.

Sin embargo, también es cierto que los autobuses suben cada vez con más frecuencia y que las largas colas para montar en ellos ahora son algo anecdótico cuando en anteriores ediciones parecían una constante. Y para volver a casa, apenas había que esperar cinco minutos de cola, salvo, una vez más, en las horas punta.

El metro funcionó toda la noche tanto el viernes como el sábado, como ocurre todos los años gracias al horario de verano. Eso sí, nuevamente hubo problemas para quienes quisieron volver a casa el jueves. Ya el año pasado pusieron algún servicio especial. En esta 12ª edición ha ocurrido lo mismo, pero solo sirvieron para quienes se fueron a casa tras ver a Depeche Mode. Minutos después actuaron Justice y para entonces el metro ya estaba cerrado hasta las seis de la mañana.

Pulseras
 

La gran novedad de este año ha aligerado las colas. Pagar con el chip de la pulsera en todo el recinto ha hecho que ir a pedir a la barra sea más rápido y que los amantes de lo ajeno lo hayan tenido más complicado. La pulsera podía cargarse tantas veces como se quisiera, tanto en los puestos físicos que había en el recinto como por medio de la aplicación del festival. Allí además podías ver el presupuesto total que te habías gastado.

¿Y qué tiene de malo? Seamos honestos, es más fácil que los gastos se nos vayan de las manos porque no vemos la cartera temblando. Además, pagar cada uno su trago implicaba que todos los amigos tuvieran que acercarse a la barra. Pero lo que más quejas ha generado es que para recuperar el dinero sobrante de la pulsera te cobran un euro de comisión y si tu saldo es inferior a dos euros no hay forma de que te lo devuelvan. Algo que, por cierto, habría sido de agradecer que indicasen debidamente en las casetas de recarga para así evitar mosqueos al final del festival.

Vasos reutilizables

Este año han comenzado a utilizarse vasos reutilizables. Bastaba con mirar al suelo al acabar cualquier concierto para comprobar que esto ha ayudado a que se reduzca el volumen de basura de forma muy notable. Es de agradecer, sobre todo, teniendo en cuenta que el festival transcurre en un monte. Por cierto, también había contenedores de reciclaje por todo el recinto.

Eso sí, aunque el diseño era muy bonito y la idea era ecológica, los vasos eran caros. Cada uno costaba 2,5 euros y si querías un katxi y luego un refresco o un cubata, tenías que comprar dos -uno de cada tamaño-. En principio los vasos eran retornables. Podías devolverlos al acabar el festival y recuperabas tu dinero, pero no quedaba muy claro dónde había que devolverlos.

Precios

No nos engañemos, aunque se mantuviesen los precios del año pasado, sigue siendo un festival caro. Los katxis de cerveza o kalimotxo y los cubatas costaban 8 euros -sin contar el precio del vaso-, y los chupitos, 3,5. En cuanto a la comida, de media había que gastarse unos 7 u 8 euros y normalmente no eran raciones excesivamente grandes.

Comida

La oferta fue muy variada: desde sushi hasta costilla a la brasa, pasando por clásicos como la pizza y los bocadillos. Por cierto, los foodtrucks también daban la oportunidad de comprar comida vegetariana o vegana.

Baños

El año pasado ya se notó una importante mejora. Cada vez hay más baños y están más limpios. En algunas zonas había hasta lavabos. Hubo personal de limpieza casi de forma permanente y apenas había que esperar colas. Tan solo había que tener un poco de paciencia antes y después de los conciertos más multitudinarios.

Cartel

Si el año pasado nos quejábamos de que faltaban grandes nombres, esta 12ª edición ha estado a la altura. The Killers ofreció su único concierto de la gira en España, Depeche Mode actuó por tercera vez en Kobetamendi y Die Antwoord reventó el escenario principal. Primal Scream, Two Door Cinema Club y !!! contribuyeron a que la fiesta transcurriese sobre ruedas y actuaciones como la de Brian Wilson, con 75 años, haciendo bailar a los chavales de 20, forman ya parte de la historia del BBK Live. El festival también nos brindó la oportunidad de saltar con los enérgicos Los Bengala y los incansables The Parrots, y de descubrir nuevos talentos como la jovencísima Izaro -que recuerda a Anni B Sweet y Russian Red- y The Empty Files, con un futuro muy prometedor en el mundo de la electrónica.

Oihana
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