Viendo a Debbie uno se pregunta que cosa tendrá esto del rock que hace que los viejos rockeros nunca mueran y que las rockeras nunca envejezcan.  Enfundada en un mono naranja y una chaqueta psicodélica, Debbie Harry, acompañada por una banda sin fisuras, hace temblar el Kobetamendi con un repaso sistemático a su historia musical. Oírla es como abrir la enciclopedia por los años setenta. Frente a los Blondie, en el Stage 2, la mitad del público los está redescubriendo y ella lo sabe,  como si pudiera oír los ah, pero esta también es de Blondie? o los pero si esto es superconocido... Y, lejos de desanimarse, redobla el entusiasmo y nos bombardea con  Atomic y Heart of glass hasta que la mayoría de los presentes se han olvidado de que habían venido a ver a Coldplay y se preguntan como han llegado hasta aquel escenario escondido en un viejo túnel del metro de Manhattan, en el que una rubia eterna es capaz de movernos con solo agitar un brazo.


Dr. J
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