Un día paseando por las trepidantes avenidas de la isla de Obuda puede compararse a una jornada en un museo. Recorremos la isla en busca de sensaciones, del mismo modo que nos aventuramos por los pasillos del Prado, dejándonos llevar por los sentidos, parándonos ante un grupo conocido como si se tratara de un goya o un velázquez, durante un lapso indefinido, exprimiendo hasta el último de los detalles. Otras veces caminamos de forma panorámica para sacar del conjunto una banda o un cantante o una melodía, como aquella obra del museo que nos llama la atención y cuyo autor descubrimos por primera vez...