Hace unos días que finalizó Musicland y, tras habernos repuesto (y secado), queremos contaros cómo fue nuestra experiencia de Festivaleros. Nosotros, fans declarados del electro, nos decantamos por el cartel de electrónica que nos tiraba más. Descubrimos su nacimiento nada más salir la venta de entradas y ante la promesa de un cartel de esa categoría, compramos las denominadas entradas Premium. Estas entradas, sensiblemente más caras, te daban acceso a una zona VIP para ver los conciertos, barra preferente para no hacer colas y unos baños menos congestionados.

Umek
Cuando llegamos a la Ciudad Deportiva del Rayo Vallecano (lejos hasta decir basta, pero totalmente comprensible) averiguamos que, hasta las 6 de la tarde, si entrabas al festival no podías salir. ¿Consecuencia? Un macrobotellón en el parking digno de cualquier rave y artistas pinchando ante un público invisible. Entendemos que la organización durante las primeras horas quiera retener a la gente dentro del reciento para que consuman y ganen más dinero pero… ¿qué esperaban que pasara?

Hacia las 5 de la tarde decidimos entrar para ver a un Umek muy motivado y calentando el ambiente para Carl Cox que venía a continuación. A pesar del frío y de la lluvia intermitente, supo mantener a la gente animada y bailando mientras esperaban a un cabeza de cartel que pinchaba de los primeros. Descubrimos que la zona VIP para ver los conciertos estaba realmente bien. Básicamente consistía en la mitad izquierda del público vallada y vigilada para que estuvieras más cómodo. La poca afluencia de gente tanto en entradas normales como Premium hizo que disfrutar de esos conciertos fuera un auténtico lujazo. La barra preferente también ayudaba aunque no había mucha más cola en otras barras y los baños Premium... Bueno, deberían haber puesto más para que fueran realmente Premium.

2000 and one
El cartel se respetó, pero lo que es horarios y escenarios no. El mismo día del festival la información de la web estaba desactualizada y habían cambiado el nombre de los escenarios y los artistas que tocaban en cada uno. Carl Cox llegó media hora antes a otro escenario por lo que tuvo un arranque potente pero tímido de público. Cuando el resto de la gente se dio cuenta que estaban esperando a otro comenzaron las migraciones masivas de gente en busca de otro escenario. Aprovechando este momento decidimos cambiar un poco de aires. Preguntamos a la gente de seguridad, camareros y la gente de la primera fila “quién era ese que pinchaba” y nadie supo decirnos.

Anonymous
Al no conectar con el estilo de música nos fuimos al escenario Musicland, el más grande, que en ese momento pinchaba 2000 and One. Este señor pinchando él solito en el escenario fue una de las sorpresas más gratas de Musicland. Ofreció un espectáculo increíble él solo, bajo la lluvia y con una afluencia de menos de 30 personas. En ese rato conocimos a un festivalero activista de Anonymous que nos confesó que era la cuarta vez que lo veía y que le sorprendía que no hubiera más gente disfrutándolo.

Las horas avanzaban, el frío aumentaba, la lluvia no cesaba y el barro ganaba terreno a todo. Caídas, resbalones, botas sumergidas en barro casi hasta las rodillas hicieron que el desplazarse fuera una auténtica odisea. Llegamos justo al arranque del concierto de 2 Many DJ's que supieron animar a la gente cómo ellos saben. Uno de nuestros artistas favoritos (y principal motivo para acudir a Musicland) eran los Bloody Beetroots. Aunque algunos ya les habíamos visto el año pasado en Sziget, sabíamos que el espectáculo no iba a ser el mismo ya que en realidad pinchaban The Bloody Beetroots DJ Set. ¿Qué significa esto? Básicamente en vez de tocar de cara al público se parapetan tras un cartel luminoso con su nombre y hacen apariciones de vez en cuando.

Bloody Beetroots
Bloody Beetroots empezó a tocar antes de lo previsto (como todos los artistas). La sensación de escuchar a un grupo pero no verles es, como poco, extraña. Por muy bien que sonaran, podría ser un disco y un luminoso haciendo juegos de luces. Pero al rato salieron para animar un poco al público y ya la gente empezó a creerse que realmente estabamos viendo, bueno, oyendolos. A pesar del buen momento que estábamos pasando ese concierto era lo último programado para esa noche y en un momento de lucidez decidimos batirnos en retirada antes del cierre en previsión a la masiva huída de gente que se sucedería en la próxima hora. Mucho coche, mucha gente a pie, el metro cerrado y autobuses nocturnos limitados. Tras encontrar un taxi decidimos dar el festival por finalizado.

Conclusiones: Creemos firmemente que la organización de Musicland hizo todo lo posible por traer un festival de talla internacional a Madrid pero la intención no es suficiente. Musicland apuntó demasiado alto en su primer año con una falta de organización claramente notable. Dentro del festival la información era algo muy valioso que no todo el mundo tenía, ¡ni siquiera los propios trabajadores! Cabe destacar la desaparición del escenario Red Bull que anunciaban y que al llegar vimos que era un coche 4x4 aparcado… PUNTO. ¿Y esto cómo se come? La gota que colmó la paciencia de los asistentes fue el anuncio de entradas 2x1 para suplir la falta de asistencia. Las afueras del festival, donde se hacía el macrobotellón, era un ir y venir de gente vendiendo o regalando entradas y hasta hubo gente que aseguró que en la jornada del viernes habían regalando entradas a la salida del Metro. ¿?¿? Cabe destacar la excelente gestión de las redes sociales durante los meses previos pero que se vio empañada ante el total abandono de los perfiles en cuanto salieron los primeros problemas. Señores de Musicland, hay que estar a las duras y a las maduras. Ante la pregunta de si volveremos el año que viene… Si tenemos otra edición… puede que lo hagamos.

Quequé

Carl Cox encendiendo el Musicland

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