Triste por mi parte empezar con un lugar tan común como éste: “Si no entiendes algo probablemente no está dirigido a ti”. En el fondo quiero creer que simplemente no lo entendí.

Situémonos. Sala Taboo, 23:30 (pasadas). Llevamos un buen rato de espera en un ambiente relajado, en el que un máximo de sesenta personas hacíamos patente los estragos de la crisis que se podían ver en el aburrimiento, casi tedio, del personal de barra. La DJ residente hizo más ameno el rato, eso sí. Aparece Najwa, look simple, en negro, y nos tranquiliza a todos: “¿Lo veis? No se ha acabado el mundo”.

Desde prácticamente el primer tema se la percibe desorientada en el escenario, incómoda. Cierra los ojos para entrar en situación, pero parece que no termina de conseguirlo, algo no va bien. Está centrada en un aparato modulador de voz colocado junto a ella, toca botones, intenta ajustarlo una y otra vez; literalmente le canta en exclusiva el siguiente tema. Todo en vano. “It’s not working, this f…k doesn’t work”.

Mientras tanto, el público sigue y anima las canciones, pero Najwa no encuentra su lugar. Mira el modulador, que no funciona, una y otra vez, nuevamente lo ajusta, toca botones, incluso continúa cantándole solamente a él. No hay manera. El juguete se ha estropeado. “Hemos petado”. A pesar de todo la gente en la sala sigue a lo suyo, con modulador o sin él, pero en el escenario no hay altura de miras para superar el trance técnico apoyándose en un público cercano, pequeño, y bastante entregado, a pesar de ver como la artista prefiere dedicarse a pelearse con un cacharro que no funciona antes que a hacerle caso a quienes han pagado su entrada y esperado más de hora y media por ella.

Al fin alguien arregla aquello y Najwa, que pareció estar a punto de tirar la toalla, puede seguir con la actuación. Defendieron sus temas en directo con una apuesta que, personalmente no me llega, pero que puede ser perfectamente válida con el ambiente adecuado, mezclando bases, voz y fondos de luz electrónicos al unísono en un estilo trance, con las licencias oportunas.

Sin embargo, ya habían pasado más de treinta minutos y el ambiente en el escenario no era el más propicio. “Espera, espera, ¿puedes ponerme un fondo azul…?”. Pide Najwa. Pero el fondo azul no era exactamente el azul que tenía que ser. “Así no. Como en una isla. Un azul de isla…”. Pero tampoco había azul de isla en el repertorio y prueba a pedir un cielo estrellado. “Con muchas estrellas”. Estrellas que tampoco terminaban de contentar al rostro de Najwa que, a pesar de que el modulador ya modulaba, seguía insinuando que no estaba a gusto allí. Al final ya molestaban hasta los tiempos de transición entre bases de las diferentes canciones, “¿Podríamos hacer un sesión continua hasta el final?” . Y eso que el portátil lucía manzanita con mordisco y todo.

Pues no, sinceramente creo que no iba dirigido a mí. Pero aun así me hubiera gustado entender mucho menos de lo que creo que entendí. Y es que, tenga el estilo que tenga, un artista se debe a su público, incluso a pesar de su tecnología.

AdlP


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