Da gusto volver a los viejos lugares de antes. Esa es la sensación que tenemos cada vez que volvemos a atravesar la doble puerta de la Sala Barracudas de Madrid. Cuando lo haces, la máquina del tiempo te transporta unos cuantos años atras, a ese tiempo donde esta ciudad sabía lo que era el rock, donde la música en directo era lo normal y donde tomarse una cerveza escuchando a alquien tocar en directo no se había convertido en un privilegio.

Por allí, mezclado entre la gente está Sherpa, calentando motores para el concierto. Junto a él, charlando con todo el que pasa nos encontramos también a los Sherpientes, su acompañamiento en esta noche. Y así comienza un concierto para amigos, entre amigos. Un directo en el que todos participamos. La distancia corta ayuda a eso. Las bromas son constantes y los guiños también. Y es que, el reverb es el reverb y en cuanto hace presencia arrancan casi dos horas de puro rock.



Rock del de antes, añejo, de ese que sólo unos pocos saben hacer porque lo han mamado. Y ahí, Sherpa es un maestro, uno de los fundadores del rock en castellano. Sus dedos no tocan el bajo, se deslizan por las cuerdas a un ritmo frenético, el que marcan las guitarras, las letras provocadoras, de denuncia. El público se parte el cuello a su ritmo y muy poco tardan en gritar que es 'el puto amo'. Sherpa se ríe y bromea '¿el puto amo? Díselo en mi casa'. Se le nota cómodo en este ambiente, en la sala pequeña, tan cerca del público que alguno, con el entusiamo de los botes hasta le golpea el pie de micro.

Dicen que han perdido el setlist, pero el concierto está muy trabajado. Hay momentos para todo, 'Vamos a piratearnos a nosotros mismos' grita Sherpa antes de aullar a la luna madrileña del Barracudas y volver a rompernos los oídos diciéndonos que 'voy de Conde y Marqués'. Momentos para denunciar, para dedicar 'Son Como Hormigas' a Rajoy. Momentos para darnos cuenta que el rock sigue siendo imprescindible como válvula de escape.

Por el escenario van pasando amigos para los que su rollo sigue siendo el rock. Las cervezas van directas desde la barra hasta el escenario. Suenan canciones sucias y delicadas a la vez. Canciones que adquieren una dimesión especial en cuevas oscuras como el Barracudas. La gente grita cada letra hasta llegar a tocar la fibra de los más veteranos con 'Hijos de Caín' (Barón Rojo siempre presente). Es el momento de despedirse. Sherpa se escabulle en busca de la fiesta de su amigo el Pirata y al resto nos invitan a quedarnos a un karaoke en directo. Pero esa, esa será otra historia.


J&B




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