No llovía a cantaros como un par de semanas antes en Le weekend des curiosites 2014 de Toulouse, sino que Madrid recibió a Rodrigo y a Gabriela con el calorcito estival de los primeros días de Julio aderezado con el abrigo de un escenario tan a cogedor como el del Circo Price.
Las dos guitarras gemelas, fabricadas por maestros "lauderos" españoles, que cada noche acompañan a los mexicanos en sus actuaciones, reposan en sus fundas mientras los artistas reposan en la habitación de su hotel. No hace falta que las fundas estén próximas para que las guitarras hablen entre si y se preocupen la una por la otra. Cada noche la una se confía a la otra, y el éxito y la conexión con su público empieza a forjarse en el cariño y el mimo con el que las gemelas se cuidan.
La guitarra de Gabriela es la hippy, como su dueña, galopante, percutiva y la que lleva el ritmo y hace que la gente lo sienta dentro de sí. Es la que vuela y la que llega al corazón.
La de Rodrigo es la técnica, la precisión, la melodía, la velocidad pausada y el control de la situación. Es la que se arraiga en el suelo y la que llega a los oídos para llenar todo el espacio de detalles y matices.
La una completa a la otra y la otra depende de la una. Casi no se miran pero saben que un pequeño traspiés, un mínimo error, un paso en falso y todo el espectáculo se iría al traste. Son como funambulistas sobre un alambre. Equilibrios sobre 6 finas cuerdas de nylon con un circo como testigo.
El primer bloque de canciones nos llega como un vendaval de sonido, con Gabriela saltando por el escenario al ritmo de sus golpes de guitarra y Rodrigo bien anclado al escenario para sacar humo del instrumento.
Después los dos mexicanos parecen relajarse y, mientras las guitarras hacen lo propio, ellos se sientan en un sofá como en la salita de casa. Nos cuentan historietas sobre lo contentos que están de tocar en España, cómo la gente les sigue diciendo por el mundo lo bien que tocan flamenco, 'aunque ustedes aquí saben perfectamente que eso no es así', nos contaba divertido Rodrigo. Gabriela cuenta que si, que viajan mucho, pero que al final no ven nada.
Luego hace las presentaciones, la de Rodrigo y la de las guitarras, haciendo todo lo posible por hablar en castellano sin que se note que le cuesta un poco y esparciendo una simpatía un tanto inocente que se convierte en seguridad y trance cuando vuelve a aporrear su guitarra usando cada centímetro de su mano derecha para hacer sonidos tan distintos como delicados, a la vez que vuelve a su danza casi chamánica.
El viaje musical nos lleva desde las reminiscencias mariachis, fronterizas y áridas, hasta el blues o el country e incluso algún ramalazo metalero (versión de Orion de Metallica incluida) o Rodrigo usando una botella de cerveza para hacer slide. Para culminar, alguna versión como el comienzo de Stairway to Heaven de los Zeppelin y un par de momentos en los que Rodrigo se atreve a cantar 'sin ser cantante', especialmente brillante la versión del Creep de Radiohead a dos guitarras. No canta mal el pinche.
Todo elevado a un extremo de rapidez y de sonoridad redonda y limpia de las dos guitarras protagonistas. Un espectáculo que volvemos a recomendar a todo buen musiquero y que esperemos que no vuelvan a pasar años para volver a disfrutarlo.
kboy
Rod & Gab en Glastonbury 2010
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