Desde el primer momento que nos acercamos a los alrededores de la sala But, ya se respiraba aroma de noche especial. Cock Sparrer estaban en Madrid. Nos llamó la atención que la media de edad de la gente era mayor a lo que estamos acostumbrados a ver, y también ver botas y tirantes como estética predominante. Hecha la vuelta de reconocimiento, nos metimos para la sala ya que íbamos con el tiempo justo y Rude Pride estaban a punto de comenzar.
Con más de tres cuartos de la sala ya llena, la intro de Miguel a los teclados daba el pistoletazo de salida a la actuación de los madrileños, que comenzaban a descargar su punk oi! Las tablas que tienen esta gente se notan. Se han pateado media Europa compartiendo carteles con artistas de la talla de Agnostic Front, Perkele o Sham 69 entre otros, y eso te da mucho poso.
Con un Miguel siempre desafiante y tras un pequeño percance al romper cuerda uno de los guitarras, el combo madrileño subió el nivel de la actuación para ya no bajarlo hasta su finalización. Estos chicos, aparte de currantes, son versátiles, y a mitad de concierto y cual juego de las sillas, decidieron que los integrantes intercambiarían sus instrumentos para hacer un tema, al cual le añadieron una trompeta. Nadie notó la diferencia del cambio de instrumentos, aquello sonó igual de bien que antes.
Con el tiempo apremiándoles, se despidieron bajo los acordes de la conocida “Hated and Rejected” y con una sala más que preparada para el plato fuerte de la noche.
Y por fín llegó el gran momento. Era la primera vez que Cock Sparrer tocaban en Madrid y la verdad, no defraudaron. “Squad Riot” fue el detonante perfecto para comenzar agitar a la gente y que la comunión artista-público fuese total durante todo el concierto. La verdad es que basta con ver interpretar unas pocas canciones a estos veteranos ingleses para darse cuenta de su grandeza. Sin hacer nada instrumentalmente complejo, el halo que desprenden te atrapa y te engancha y te lleva en volandas sobre esos coros tan de allí y con cierto carácter “hooligan”, que cuando te das cuentas ya estas tarareando y disfrutando.
Como buenos británicos, no dudaron en brindar con el público para agradecer la respuesta y el recibimiento. Era espectacular ver desde el balcón de la planta de arriba de la sala cómo la marabunta se movía de un lado a otro a la deriva, llevada por la música de Cock Sparrer. Impresionante.
Creo que nunca había podido disfrutar de una sala tan llena y con esa actitud. Tardaremos tiempo en que esa imagen se borre de nuestras cabezas. A pesar de la no excesiva movilidad de los integrantes de la banda por su avanzada edad, eso no fue un hándicap para que consiguiesen transmitir su energía a todo aquel que allí observaba y escuchaba el show.
Durante toda la actuación, la nota predominante fue la cantidad de canciones coreadas por el respetable. Pero sin lugar a dudas, el momento álgido llego cuando interpretaron “England belongs to me”, en la que sala But se convirtió en una tribuna de un campo inglés para corear este himno. Tal fue la simbiosis, que los británicos despidieron el concierto dejando de tocar y dejándose llevar por los cientos de gargantas que recitaban el estribillo de dicha canción para terminar público y artistas fundidos en una ovación que reflejaba el respeto y admiración de ambas partes.
Con una sonrisa de oreja a oreja y con la sensación de haber vivido uno de los conciertos más especiales desde hace mucho tiempo, abandonamos la sala pensando en por qué no repetir en la próxima visita que harán a Galicia, a finales de mayo en Santiago y acompañando a Bad Religion entre otros.
Saltimpunki
Con más de tres cuartos de la sala ya llena, la intro de Miguel a los teclados daba el pistoletazo de salida a la actuación de los madrileños, que comenzaban a descargar su punk oi! Las tablas que tienen esta gente se notan. Se han pateado media Europa compartiendo carteles con artistas de la talla de Agnostic Front, Perkele o Sham 69 entre otros, y eso te da mucho poso.
Con un Miguel siempre desafiante y tras un pequeño percance al romper cuerda uno de los guitarras, el combo madrileño subió el nivel de la actuación para ya no bajarlo hasta su finalización. Estos chicos, aparte de currantes, son versátiles, y a mitad de concierto y cual juego de las sillas, decidieron que los integrantes intercambiarían sus instrumentos para hacer un tema, al cual le añadieron una trompeta. Nadie notó la diferencia del cambio de instrumentos, aquello sonó igual de bien que antes.
Con el tiempo apremiándoles, se despidieron bajo los acordes de la conocida “Hated and Rejected” y con una sala más que preparada para el plato fuerte de la noche.
Y por fín llegó el gran momento. Era la primera vez que Cock Sparrer tocaban en Madrid y la verdad, no defraudaron. “Squad Riot” fue el detonante perfecto para comenzar agitar a la gente y que la comunión artista-público fuese total durante todo el concierto. La verdad es que basta con ver interpretar unas pocas canciones a estos veteranos ingleses para darse cuenta de su grandeza. Sin hacer nada instrumentalmente complejo, el halo que desprenden te atrapa y te engancha y te lleva en volandas sobre esos coros tan de allí y con cierto carácter “hooligan”, que cuando te das cuentas ya estas tarareando y disfrutando.
Como buenos británicos, no dudaron en brindar con el público para agradecer la respuesta y el recibimiento. Era espectacular ver desde el balcón de la planta de arriba de la sala cómo la marabunta se movía de un lado a otro a la deriva, llevada por la música de Cock Sparrer. Impresionante.
Creo que nunca había podido disfrutar de una sala tan llena y con esa actitud. Tardaremos tiempo en que esa imagen se borre de nuestras cabezas. A pesar de la no excesiva movilidad de los integrantes de la banda por su avanzada edad, eso no fue un hándicap para que consiguiesen transmitir su energía a todo aquel que allí observaba y escuchaba el show.
Durante toda la actuación, la nota predominante fue la cantidad de canciones coreadas por el respetable. Pero sin lugar a dudas, el momento álgido llego cuando interpretaron “England belongs to me”, en la que sala But se convirtió en una tribuna de un campo inglés para corear este himno. Tal fue la simbiosis, que los británicos despidieron el concierto dejando de tocar y dejándose llevar por los cientos de gargantas que recitaban el estribillo de dicha canción para terminar público y artistas fundidos en una ovación que reflejaba el respeto y admiración de ambas partes.
Con una sonrisa de oreja a oreja y con la sensación de haber vivido uno de los conciertos más especiales desde hace mucho tiempo, abandonamos la sala pensando en por qué no repetir en la próxima visita que harán a Galicia, a finales de mayo en Santiago y acompañando a Bad Religion entre otros.
Saltimpunki
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