Coachella, Indio, California

Sábado 14 de marzo de 2020. España se encierra en sus casas. No nos podemos mover hasta que detengamos al bicho. Nadie sabe cuánto se va a prolongar esta situación. Queda un mes para volar a la Costa Oeste de Estados Unidos, bajarnos en Los Angeles, recoger la camper y plantarnos en Indio. Coachella 2020 nos espera. Con un poco de suerte, allí estaremos.

Los días pasan monótonos y las noticias no son nada buenas. El sueño de Coachella 2020 se aleja. De repente, el viernes 17 de abril se empiezan a oír ruidos en la escalera del edificio, me asomo a la puerta, apenas la he abierto en los últimos 30 días. El ruido se hace más fuerte. Salgo curioso, bajo despacio por la escalera hasta llega al portal. El ruido proviene del cuarto de las basuras, probablemente se haya colado algún animal envalentonado por la ausencia de humanos a su alrededor. Abro la puerta, el ruido viene del interior de uno de los contenedores, sí, seguro que algo se ha colado ahí dentro. Abro la tapa y entonces una fuerza sobrenatural me arrastra dentro...

Cuando abro los ojos estoy en una explanada, hace calor, inusual para las alturas del calendario en el que nos encontramos. Enfoco, me doy cuenta que estoy rodeado de gente. Vuelvo a pestañear. Visto pantalón corto, zapas de concierto y camiseta festivalera. Me miro la muñeca, llevo una pulsera. Suena música por todas partes... ¡Estoy dentro de Coachella!

A mi izquierda veo un escenario, me acerco. Por la que están liando no me cuesta reconocer a IDLES. Me meto en el pogo. Los de Bristol son de lo mejorcito para sudar en directo. Cuando terminan me paro a reflexionar, he repasado el cartel tantas veces que lo tengo memorizado. Tengo claro que es viernes y tengo claro también lo que me espera en un rato.

Mientras tanto veo a Madeon, City Girls, Megan Three Stallion. Me voy dando cuenta también que, como me temía, hay mucho postureo y mucho famoseo. Pero también hay mucha gente que se lo está pasando en grande sin importarle las cámaras y lo que veo, sobre todo, son muchas camisetas con unas siglas RATM. Ellos son el motivo por el que este año Coachella estaba marcado en rojo en el calendario festivalero.

Volvían los Rage y tenía que verlos. Ya ha caído la noche sobre el desierto californiano. Se hace el silencio que rompen los primeros acordes de una guitarra. Un foco ilumina a Tom Morello la gente empieza a gritar en cuanto reconoce Take The Power Back. Se avecina tormenta. La descarga comienza cuando se oye por primera vez a Zack de la Rosa. Ahora sí que la gente está desatada. Entro en trance. Uno a uno se van sucediendo todos esos temazos que tengo desgastados en cintas de casette, en cd's rallados: Bombtrack, Wake Up, Bullet in the Head... El tiempo vuela hasta que se para cuando vuelve a sonar la guitarra en solitario. Es lo que todo el mundo estaba esperando: Killing In The Name. El suelo vibra bajo nuestros pies, los cuellos se rompen, flotamos. Sí, son Rage Against The Machine. Parece que ya hemos soltado toda la rabia pero todavía les queda una última bala en la recámara. El giro final, la sorpresa: Freedom. No hay mejor himno para terminar.

Todavía con el subidón Calvin Harris empieza el ending show del día. La última vez que lo vi sobre un escenario volaban jaimas y tiendas de campaña. No es lo mismo pero la atmósfera invita a dejarse llevar igual que en Sziget.

Un pestañeo. Vuelve a haber luz y a hacer calor. La voz de Anna Calvi resuena en todo el festival. Es sábado. Día 2 de Coachella 2020. Su presencia me hipnotiza hasta que otros ritmos vuelven a llamar mi atención. Caribou. Su espectáculo audiovisual me atrapa desde el principio. Algo tiene este tipo que me engancha. Salgo de su mundo del revés (¡qué paradoja!) para entrar en otro mundo paralelo, el de Disclosure. Un ratito bueno para recargar energías y no cortarme las venas cuando empiezo a escuchar la voz inconfundible de Thom Yorke. Menos mal que Travis Scott me ayuda a deshacer la bola que me había dejado el líder de Radiohead. Para ser el segundo día no ha estado nada mal, no.

Otro pestañeo. Las voces latinas se imponen hoy por Coachella. Nathy Peluso ha roto el hielo pero yo me acerco a un escenario en el que ya hay gente esperando a que aparezcan Cariño. Sí, la aportación española a este Coachella 2020. El trío de Lavapiés se marca 40 minutos muy aseados y me queda la sensación de que a la gente les ha gustado. ¡Bien por vosotras!

Cambio de tercio, turno para Ari Lennox que engancho con Daniel Caesar y me topo luego con Lana del Rey. Si con Thom Yorke no sé si cortarme las venas, con Lana no sé si dejármelas largas. Siempre le doy un voto de confianza y siempre acabo huyendo de sus directos, en fin. Respiro y vuelvo a sentirme vivo justo a tiempo para escuchar a Frank Ocean. El gran final corre a cargo del p*** Fatboy Slim. Sin grandes alardes y tirando de clásicos cierra Coachella 2020. Un Coachella que no se nos va a olvidar.

Cuando todo está en silencio un ruido llama mi atención, suena dentro de un contenedor al fondo de la gran explanada. Probablemente se haya colado dentro algún animal.

J&B
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