Festival Déferlantes: Main Stage

La muchedumbre festivalera trepa por el camino que serpentea entre los viñedos hasta el castillo de Valmy. El trayecto es largo y el sol implacable pero, al llegar, los sonrientes voluntarios de Déferlantes nos esperan con un vaso de agua bien fresca y el deseado programa del día. A pesar de ser la jornada en la que se prevé una mayor afluencia, el acceso se hace sin mayor espera y en un verbo estamos paseándonos por los jardines de Valmy. Llegamos justo al cierre de Balbino Medellín: un insólito parisino-perpiñanés que se pone el mundo por montera y garrapatea entre el gitaneo, la chanson y la música española y catalana. Encendió los corazones de los deferleurs con una oda a Perpignan, cuyos rincones guardan recuerdos de su infancia entre el calor, la sardana, los muros blancos y los ojos negros de los gitanos y, en cuyas calles, su abuelo español encontró un día a la más bella de las catalanas. Con la canción acabó su concierto, pero al marcharse del escenario, Balbino había dejado abierta la tapa de un imaginario baúl de los recuerdos a través de cuya magia íbamos a remontar el tiempo hasta nuestros días.

Antes del siguiente salto en el tiempo, nos entretuvimos descubriendo a Cali, un cantautor cuyo pop de raíces tradicionales, poético y, a veces, reivindicativo, podría ser a la música francesa lo que el sonido y la figura de Manolo García son a la música española. El público se repartió entre los que se fueron a comer y los que se quedaron a disfrutar de sus temas más conocidos como Elle m'a dit, una canción que forma parte de toda setlist de fiesta en casa francesa y que comienza con una frase demoledora: "Creo que ya no te quiero, ella me lo dijo ayer y resonó en el aire como un disparo de revólver."

Madness en Les Déferlantes 2013

Abriéndose paso desde el fondo del baúl, un exuberante peinado a lo afro, un mono de mecánico beige abierto a medio pecho, y un micrófono Shure, Charles Bradley salta y recorre palmo a palmo el escenario del castillo contoneándose y rugiendo como un viejo león del  funk soul de los años 60 y 70. El cocinero que soñó con ser James Brown y que pasó años y años ensayando con el palo de la escoba a modo de micrófono imaginario, vio cambiar su vida a finales de los 90 cuando, por fin, pudo subirse a los escenarios y resucitar el sonido que siempre le había entusiasmado. Tal vez por el final feliz de su particular cuento de hadas, el discurso de Bradley intenta transmitir que todo es posible cuando se cree en algo y que en el mundo podríamos cambiar muchas cosas si estuviéramos realmente convencidos de que lo queremos hacer. You put the flame on it es un buen ejemplo de lo que pudimos ver en el Parc de Valmy a manos de este genio del revival.

Saxofonista de MadnessEl siguiente viaje temporal nos lleva directos a los 80. Don't watch that... watch this! Con estas palabras se inicia una locura que se propaga desde los fotógrafos del foso hasta el último camarero de la barra del fondo. Es el inconfundible rock-steady beat of Madness. Los veteranos del ska británico llegaban con media hora de retraso después de diez horas de tren pero les sobraba energía como para fundir a toda la audiencia. El concierto destacó por un setlist perfectamente diseñado, abriendo con One Step Beyond y repasando clásicos como Baggy Trousers, House of Fun y el inevitable Our House, salpicando los temas nuevos y menos conocidos de su último disco y una particular pausa musical con Highway to hell, encajando todo en una inercia explosiva que crecía de forma exponencial, hasta el cierre con mi tema favorito: Night Boat to Cairo, menos conocido, pero ideal para una última salva de saltos y danzas frenéticas. Es la tercera vez que los vemos en directo en los últimos años y nos hemos alegrado mucho de encontrarlos, por fin, totalmente enchufados y con la maquinaria perfectamente engrasada.

Jamiroquai en el Festival Les Déferlantes d'ArgèlesDe vuelta  a nuestros días, era nuestra hora de comer mientras la actriz, cantante y modelo Lou Doillon defendía su country pop intimista y nos preparábamos para la siguiente inmersión en el baul de los recuerdos. Esta vez nos remontamos a los años 90 gracias al cowboy espacial Jay Kay, rey absoluto del acid jazz a la cabeza de su legendaria banda Jamiroquai. Desde el principio, con Alright, hasta el apoteósico final en el que encadenó Cosmic Girl, Love Foolosophy y Deeper Underground, el bueno de Jay Kay no paró quieto. Se desliza, corre de un lado a otro, se contonea tras ejecutar saltos de skater acrobático, multiplicándose hasta el punto de hacernos creer que hay tres o cuatro iguales sobre el escenario. Como bis, nos regala un White Knuckle Ride que nos deja tan contentos, totalmente poseídos por ese ritmo bailón que ha acabado por contagiarnos y cuyos movimientos guardamos en nuestro repertorio de pasos al lado del catálogo Mike Jagger.

Jamiroquai en el Festival Les Déferlantes d'Argèles

Sin embargo, durante el concierto de Jamiroquai una masa de festivaleros junior se ha ido posesionando de las primeras filas del escenario del castillo. Para nuestro escándalo, se balancean con indiferencia y resoplan a cada tema de Jay Kay como si esperaran impacientes el final. La razón es que están allí para ver el siguiente espectáculo: los Djs de moda en el país, C2C. Con ellos, el baúl de los recuerdos se colapsa entre el futuro más electrónico y un pasado de sonidos auténticos de blues y espirituales. Down the road enciende la mecha y la explosión llega con Happy y el flash mob preparado por los voluntarios del festival que se extiende como el aceite desde las primeras filas. Un broche fenomenal para una jornada repleta de descubrimientos, recuerdos y viajes temporales en los jardines encantados del castillo de Valmy.

Dr. J


Gracias por compartir:

Comenta por favor!

Hay 0 comentarios hasta ahora. Añade algo ;)