Band of Skulls
Me suelen gustar, y ganar para la causa, esos tríos musicales potentes en los que una sola guitarra, un bajo y una batería valen para sonar sólidos y rotundos por si mismos, sin necesidad de acompañamientos ni de un cantante adicional. Hay muchos ejemplos entre los que puedo citar a decenas de grupos desde Motörhead a Berri Txarrak.

Puede ser que la simplicidad de la formación derive en una mayor necesidad de cohesión en la banda, de sonar más juntos y más concentrados. Puede ser. Creo que esto se nota en cierto modo y, aunque sea una percepción personal, tenía muchas esperanzas de que Band of Skulls remataran las grandes sensaciones que vienen dejando álbum tras álbum, culminadas en su último fantástico disco, Himalayan (2014). Ellos lo tienen casi todo para llegar, si no al olimpo, si a un escalón muy muy alto en la escalera del rock y por eso, la parada de la gira de Band of Skulls en Madrid era una fecha señalada en el calendario de conciertos de la capital.

Me gusta la concentración de Emma al bajo al tocar líneas que sostienen y dan personalidad a las canciones, a la vez que hace unos coros efectivos.

Me gusta el dominio de Russell a la guitarra, que no necesita a nadie más para redondear el sonido de la banda con sus riffs rítmicos y rasgueos con tintes grunge, que culminan en estribillos que se te quedan en la cabeza.

Me gusta la batería de Matt dura, rocosa y con la precisión de un metrónomo en el ritmo cambiante de las canciones.

Cómo me gustan las guitarras Gretch gordas para el rock gordo!

Y me gusta la potencia por volumen, sin artificios, me gusta cómo se oyen los gritos de Russell sobre el escenario cuando se separa del micro y le oímos en acústico animándose a sí mismo y a la banda, disfrutando de las partes en las que no tiene que cantar.

Porque, !ay amigo!. Es ahí, al ponerse a cantar en directo donde hay que culminar todas estas sensaciones, todas esas buenísimas canciones que tienes, enganchar al público, lanzar una mirada, quizá una sonrisa a tiempo, rematar la jugada. Crear la magia. Y ahí es donde Band of Skulls, gustándome a priori todo de ellos, me fallaron en La Riviera.

Eso a pesar de empezar con algún problema de sonido y sobreponerse, y a pesar de la intención que pone Russell en interactuar con el público, cuando se acuerda, acercándose al borde del escenario y regalándonos grandes posturas a la guitarra.  

Y eso que la música sí estuvo a la altura. Pero entre lo grande del escenario, lo separados que estaban unos de otros y la falta de punch a la hora de cantar, lo cierto es que no consiguieron llevar el concierto a otro nivel y sólo salvaron los muebles con incontestables himnos inmediatos como Sweet Sour, Asleep at the Wheel o The Devil Takes Care of His Own. Fue con ellas que el público disfrutó y se permitió el lujo de dejar el ligero vaivén de cabeza y cuerpo para soltarse a pegar un par de gritos con los brazos en alto. Con las demás, todos parecíamos estar pensando: "quiero que me guste, quiero que me guste...".

Y cuando esto ocurre y el concierto acaba, según sales de la sala miras a la palmera que hay en medio y piensas, 'cómo mola! hay una palmera dentro de la sala...'

kboy


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Band of Skulls, La Riviera, Madrid

Zeno and the Stoics, Riviera

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