Estamos en el primer día oficial de
Glastonbury 2013. Ya hemos pasado por la euforia de
The Hives, la rabia de
Enter Shikari, la excentricidad de
Steve Aoki y el sopor de
The Lumineers y solo llevamos la mitad del día.
Miles Kane nos queda lejos y decidimos esperar en
The Other Stage la salida de uno de los grupos que más nos intrigan de esta temporada:
Tame Impala, una banda de australianos que ha roto el cascarón y parece crecer tan rápido como un bebé dinosaurio. En la revista del festival los comparan a los Beatles bajo los efectos de las mejores drogas y parecen muy contentos de poder anunciarlos de nuevo, porque los de Perth
ya estuvieron en esta granja en 2011 y fueron una de las sensaciones del pequeño escenario de
The Park... ¿Será verdad lo que dicen de ellos o no son más que la última paranoia hipster?, nos preguntamos.
En las pantallas comienzan a evolucionar espirales fluorescentes y nos vemos envueltos por
Led Zeppelin y Solitude is Bliss, que se enganchan en seguida, sin darnos respiro. El cielo está cubierto y se está volviendo gris platino. La brisa se transforma en viento que agita al mismo ritmo las banderas multiformes y las melenas de los músicos. La escena es irreal y bien podría ser el preludio o el epílogo de un apocalipsis. Allí está
Kevin Parker en forma de niño melenudo, accionando pedales con los pies descalzos, con cara de no haber roto un plato pero haberse cargado muchas cuerdas desde que empezó de muy pequeño a tocar canciones de los
Shadows, los
Beach Boys y los
Beatles, cuando su padre le decía: Haz tú la base, para arrancarse por
Hank B. Marvin... El mismo Kevin que la había liado con sus
The Dee Dee Dums y que los había hecho evolucionar hasta despertarse en este sueño psicodélico, el caleidoscopio
Tame Impala, en el que pequeños fragmentos de piezas de colores tomadas de Led Zep, de Beatles y todos los demás, giran y se reflejan en espejos formando hipnóticas imágenes espirales.

Después de
InnerSpeaker y
Lonerism, dos discos bien trabajados, las bases de lo que quieren contar están más que asentadas. Su sonido no acaba de llenarnos completamente, pero se trata de un vacío que invita a seguir escuchando. Y allí nos quedamos, plantados ante
Jam, Apocalypse Dreams o
Elephant, como el que busca algo porque ha visto a alguien buscando por el suelo, aunque no sepa muy bien qué es lo que se ha perdido. Entonces nos damos cuenta de que estamos en un megafestival y no podemos dedicarles más tiempo a Tame Impala, porque hay que intentar ver algo de
The Vaccines en el
Pyramid. Qué pereza. Llamadme hipster, pero lo bien que estaba yo en este apocalipsis...
Dr. J
Video: Alter Ego By Tame Impala en Glastonbury Festival
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