En las pantallas comienzan a evolucionar espirales fluorescentes y nos vemos envueltos por Led Zeppelin y Solitude is Bliss, que se enganchan en seguida, sin darnos respiro. El cielo está cubierto y se está volviendo gris platino. La brisa se transforma en viento que agita al mismo ritmo las banderas multiformes y las melenas de los músicos. La escena es irreal y bien podría ser el preludio o el epílogo de un apocalipsis. Allí está Kevin Parker en forma de niño melenudo, accionando pedales con los pies descalzos, con cara de no haber roto un plato pero haberse cargado muchas cuerdas desde que empezó de muy pequeño a tocar canciones de los Shadows, los Beach Boys y los Beatles, cuando su padre le decía: Haz tú la base, para arrancarse por Hank B. Marvin... El mismo Kevin que la había liado con sus The Dee Dee Dums y que los había hecho evolucionar hasta despertarse en este sueño psicodélico, el caleidoscopio Tame Impala, en el que pequeños fragmentos de piezas de colores tomadas de Led Zep, de Beatles y todos los demás, giran y se reflejan en espejos formando hipnóticas imágenes espirales.
Después de InnerSpeaker y Lonerism, dos discos bien trabajados, las bases de lo que quieren contar están más que asentadas. Su sonido no acaba de llenarnos completamente, pero se trata de un vacío que invita a seguir escuchando. Y allí nos quedamos, plantados ante Jam, Apocalypse Dreams o Elephant, como el que busca algo porque ha visto a alguien buscando por el suelo, aunque no sepa muy bien qué es lo que se ha perdido. Entonces nos damos cuenta de que estamos en un megafestival y no podemos dedicarles más tiempo a Tame Impala, porque hay que intentar ver algo de The Vaccines en el Pyramid. Qué pereza. Llamadme hipster, pero lo bien que estaba yo en este apocalipsis...
Dr. J
Video: Alter Ego By Tame Impala en Glastonbury Festival
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