Las molestias por las largas colas para montar en los autobuses no enturbiaron el buen ambiente.

Desafiando a las supersticiones, la decimotercera edición del Bilbao BBK Live echó el cierre tras tres frenéticos días llenos de actuaciones estelares. El alto nivel musical ha sido lo más destacable de una edición que empezó a trompicones. La apertura de puertas se retrasó casi treinta minutos y miles de festivaleros esperaron hasta más de una hora para coger el autobús gratuito que les llevaba al recinto. Hubo quien optó incluso por subir andando.

Superado el cabreo generalizado, el festival mejoró la gestión de los accesos de forma notable en las dos jornadas siguientes. Menos aglomeraciones y tránsito mucho más fluido pese a que se completó el aforo. El jueves hubo servicios especiales para volver a casa en metro tras la actuación de Florence + The Machine, pero resultaron escasos. Unas horas después la búsqueda de un taxi libre era desesperante.

El pago ‘cashless’ con el chip integrado en cada pulsera volvió a agilizar los pagos. Evita posibles robos y que haya que llegar al recinto con dinero en efectivo. Eso sí, durante la primera jornada se registraron fallos en el sistema y durante un buen rato no se pudo recargar la pulsera mediante la aplicación para móviles. Los precios, por cierto, volvieron a ser motivo de queja con katxis de cerveza a ocho euros y chupitos a cuatro.

Ya el año pasado quedó bien claro que el uso de vasos reutilizables es todo un acierto. Adiós al mar de plástico que se formaba en el suelo tras cada actuación. Los servicios de limpieza han tenido menos trabajo y la recuperación de las campas de Kobetamendi será más rápida.



Conciertos todo el día


The XX, los cabezas de cartel del viernes, se montaron su propio festival durante toda la semana. El ambiente festivalero se palpaba ya días antes del comienzo de un BBK Live que este año se ha sentido más que nunca lejos de Kobetamendi. El ciclo Bereziak ha permitido disfrutar de actuaciones en formato reducido en plena calle y con entrada libre. Una iniciativa muy interesante para disfrutar con niños y otro motivo más para que los campistas se sumerjan en la ciudad.

Un año más, la lluvia ha sido ese elemento que pese a no formar parte del cartel se hace notar en Kobetamendi. Embarró el recinto durante la segunda jornada, aunque la organización solventó para el último día todos los desperfectos esparciendo paja por las zonas más afectadas.

Y aunque en algunas actuaciones el sonido falló más de la cuenta con graves que se llevaban un protagonismo innecesario o voces que tenían que intuirse, el ambiente volvió a ser sobresaliente. La edición más solidaria ha donado las tiendas no recogidas por los campistas a los refugiados, ha puesto en marcha una campaña contra las agresiones sexistas y ha estrenado un escenario dentro del camping y otro para bajar las pulsaciones dentro del festival. Por las tardes reinaba una calma necesaria ahora para reponer fuerzas.

Oihana
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