Para huir del frío invernal perdido en algún concierto, la sala Copérnico es ya uno de los lugares clave en Madrid. El pasado viernes nos encaminamos para allá para asistir al concierto de los valencianos Funkiwis y los gallegos Dakidarría.
Los primeros presentaban nuevo disco en la capital, Baile de Buitres (2019), en una velada que no cumplió para nada los cánones telonero + banda principal, sino que, quitando el orden de actuación, igualó la importancia de ambos grupos.
Otra cosa que dejó claro el carácter nada telonero de los valencianos fue el sonido, potente y limpio, que desplegaron todo el concierto. El groove bailongo de los ritmos funkys unidos al rapeo de los dos cantantes coqueteando con el raggamuffin, forma una mezcla que engancha en directo, y lanza una energía devuelta al escenario por un público muy joven y muy entregado a la causa, cantando y coreando las letras permanentemente.
Arriba algo de nervios y piel de gallina pues aunque estos chicos ya tienen una trayectoria y grandes conciertos a sus espaldas, el calor y la energía de una sala como Copérnico destilando sudor y funk se debe sentir de manera especial.
Me gustó mucho la primera parte del concierto, donde las voces y los instrumentos (con los vientos típicos del "sonido valencia") eran muy protagonistas. Hacia la mitad fue apareciendo más la vertiente electrónica para terminar cerrando con una vena ravera que parecía levantar al público sobre el suelo. Funkiwis estuvo la casa.
Me gustó mucho el detalle de ver alguna sudadera de SFDK entre los miembros de la banda. Algo que me refuerza en mi pedrada de lo transversal que está volviendo la música "alternativa" y las razones. Pero esa es otra historia.
Llegó el momento del humo, salieron a relucir flamantes juegos de luces que presagiaban la llegada de la lume galega. Los Dakidarría salían a escena con algunos problemas iniciales, mirándose unos a otros más de la cuenta, pero con la naturalidad que les caracteriza todo empezó a cuajar rápidamente. Hacía tiempo que no les veía en directo y casi no recordaba ya su manera de hacer sobre las tablas. Las canciones te mueven por sí solas, los ritmos ska fiesteros te atrapan enseguida y los cambios de ritmo no te dejan momento para aburrirte.
Pero además, si estás un poco atento disfrutarás también de las cosas que cuentan, las primeras aventuras como banda en Madrid, cómo de agradecidos están a los que les han acompañado hasta aquí, lo orgullosos que están de los años que llevan encima de los escenarios. La actitud queda clara, antifascismo militante, exaltación de la diversidad de pueblos, lenguas y culturas, y una filosofía de vida incendiaria. Vivir la vida como si fuese un eterno festival, nunca dejar de soñar ni de cantar, ver que este es el momento porque el futuro nunca existió.
Hay un tramo para algunas versiones en el que la sala se convierte en una olla a presión y un círculo de fuego (por acción de las luces y el calor de la gente) espera a ser engullido por bailes y pogos. Mierda de Ciudad, Sarri Sarri, Bella Ciao, Monkey Man... un medley recibido con locura por el público. Y Galicia siempre presente, en las letras, en las banderas, en las cuncas y el mar. Y en el licor café que voló en mitad del pogo. Eso también.
Un concierto muy completo en el que juegan con la música, la caña, la fiesta, la emotividad y la empatía entre las gentes. Escuchar, aprender y compartir es un gran lema, que conecta con el público a nivel emocional. Eso no se consigue sólo con tecnología musical o equipos de luz y sonido, eso son historias de una terra.
kboy
Los primeros presentaban nuevo disco en la capital, Baile de Buitres (2019), en una velada que no cumplió para nada los cánones telonero + banda principal, sino que, quitando el orden de actuación, igualó la importancia de ambos grupos.
Otra cosa que dejó claro el carácter nada telonero de los valencianos fue el sonido, potente y limpio, que desplegaron todo el concierto. El groove bailongo de los ritmos funkys unidos al rapeo de los dos cantantes coqueteando con el raggamuffin, forma una mezcla que engancha en directo, y lanza una energía devuelta al escenario por un público muy joven y muy entregado a la causa, cantando y coreando las letras permanentemente.
Arriba algo de nervios y piel de gallina pues aunque estos chicos ya tienen una trayectoria y grandes conciertos a sus espaldas, el calor y la energía de una sala como Copérnico destilando sudor y funk se debe sentir de manera especial.
Me gustó mucho la primera parte del concierto, donde las voces y los instrumentos (con los vientos típicos del "sonido valencia") eran muy protagonistas. Hacia la mitad fue apareciendo más la vertiente electrónica para terminar cerrando con una vena ravera que parecía levantar al público sobre el suelo. Funkiwis estuvo la casa.
Me gustó mucho el detalle de ver alguna sudadera de SFDK entre los miembros de la banda. Algo que me refuerza en mi pedrada de lo transversal que está volviendo la música "alternativa" y las razones. Pero esa es otra historia.
Llegó el momento del humo, salieron a relucir flamantes juegos de luces que presagiaban la llegada de la lume galega. Los Dakidarría salían a escena con algunos problemas iniciales, mirándose unos a otros más de la cuenta, pero con la naturalidad que les caracteriza todo empezó a cuajar rápidamente. Hacía tiempo que no les veía en directo y casi no recordaba ya su manera de hacer sobre las tablas. Las canciones te mueven por sí solas, los ritmos ska fiesteros te atrapan enseguida y los cambios de ritmo no te dejan momento para aburrirte.
Pero además, si estás un poco atento disfrutarás también de las cosas que cuentan, las primeras aventuras como banda en Madrid, cómo de agradecidos están a los que les han acompañado hasta aquí, lo orgullosos que están de los años que llevan encima de los escenarios. La actitud queda clara, antifascismo militante, exaltación de la diversidad de pueblos, lenguas y culturas, y una filosofía de vida incendiaria. Vivir la vida como si fuese un eterno festival, nunca dejar de soñar ni de cantar, ver que este es el momento porque el futuro nunca existió.
Hay un tramo para algunas versiones en el que la sala se convierte en una olla a presión y un círculo de fuego (por acción de las luces y el calor de la gente) espera a ser engullido por bailes y pogos. Mierda de Ciudad, Sarri Sarri, Bella Ciao, Monkey Man... un medley recibido con locura por el público. Y Galicia siempre presente, en las letras, en las banderas, en las cuncas y el mar. Y en el licor café que voló en mitad del pogo. Eso también.
Un concierto muy completo en el que juegan con la música, la caña, la fiesta, la emotividad y la empatía entre las gentes. Escuchar, aprender y compartir es un gran lema, que conecta con el público a nivel emocional. Eso no se consigue sólo con tecnología musical o equipos de luz y sonido, eso son historias de una terra.
kboy
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