¿Que por qué vuelvo cada año a Viña Rock? Me preguntas, clavando tu mirada en mi mirada. Y yo, que bien humilde soy, y solo quiero que la ola que surge del último suspiro de un segundo me transporte mecido hasta el siguiente, te digo... por la gente, compi, por la gente.
Y es que no me canso de decirlo. Me encanta la música, los saltos, los pogos, las cabotaes, las piruetas, los bocatas arriesgados de txori y la pizza cartón, el kalimotxeo, pintarme la cara y la sonrisa, ponerme puntos brillantes para brillar juntas, y sombreros imposibles también. Empezar de día y acabar de día, con algún golpe que otro, ¿por qué no? No saber si es mañana o todavía ayer, tomar notas y hacer fotos, correr al siguiente concierto porque me he quedado embobado con el anterior y pararme a tomar un vinillo manchego, comprobar que Dubioza suenan pero no tocan, que algunos tocan pero no suenan, y esperar que alguien cante a voz en grito a Extemoduro, quizás en un tributo que a veces llega y a veces non...
Pero sin duda, lo que más me encanta (en el sentido más estricto del término) de Viñarock es su gente, toda esa gente que pulula por el pueblo, por el camping, por el recinto, y que sin saberlo gira y gira alrededor de una farola imposible que siempre marca el punto de apoyo para mover el mundo.
Se llama libertad porque no la puedes controlar...
Sirva esta galería como homenaje a todxs ellxs, Viñarockerxs de pro, esa gente que hace que vuelva año tras año a un lugar de la Mancha de cuyo nombre no puedo olvidarme.
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