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El Mundaka Festival cierra su tercera edición con una sonrisa en la cara. Ocean Colour Scene, Mando Diao, Quique González, Beth Hart y Julián Maeso, entre otros, llenaron la bonita península de Santa Katalina, y en las actividades de día directamente se agotaron las entradas. El gancho, el envidiable paisaje de uno de los pueblos más bonitos de la costa vizcaína, a lo que se une un festival para todos los públicos, de géneros variados y con cabida para artistas actuales y consagrados en uno de los recintos más bonitos en los que hayamos estado.

La de 2017 ha sido la primera edición para Festivaleros!, y ya nos hemos apuntado que en julio de 2018 volveremos a ver el atardecer cayendo por los acantilados de Mundaka. Estas han sido nuestras impresiones:


Nos gustó

El enclave. Situado en plena reserva de la biosfera de Urdaibai, Mundaka es un precioso pueblo de pescadores con una playa cambiante según las mareas, bares en el puerto y un espigón desde el que la juventud salta al agua sin miedo a las alturas. La península de Santa Katalina, donde se celebra el Mundaka Festival, no es menos: con su pequeña ermita junto al acantilado y con un espectacular atardecer del que se podía disfrutar en sofás y fardos de paja, la organización puso la guinda con guirnaldas de luces y pequeñas bombillas. No pocos artistas destacaron el Mundaka como unos de los festivales más bonitos en el que habían tenido el placer de tocar.

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El aforo limitado. Fue de agradecer el pequeño aforo del recinto. Sin que resultase vacío, los festivaleros tenían espacio para bailar y no era difícil llegar a las primeras filas. Así, todo era más íntimo.

Para todos los públicos. No solo por la variedad de estilos, que abarcó desde el funky del veterano Lee Fields & The Expressions hasta el rock euskaldun de Zea Mays o la locura pop de Mando Diao, sino por el carácter amable del festival, que invitaba a acudir con los niños: por el día, los peques contaron con actividades propias; por la noche, los espacios verdes de la península de Santa Katalina les permitió corretear mientras sus padres disfrutaban de un buen concierto. Para muchos, la perfecta jornada festivalera en familia.

Festival de día. Más allá de la música, el Mundaka se prolongó mañana y tarde con su oferta gastronómica, que para algo es el ‘The Basque Music & Food Festival’. Una feria de productos locales permitió degustar txakoli, piperras o un delicioso bonito a la plancha y asistir a catas de vino y de cerveza; diversos talleres invitaron a aprender sobre música y artesanía. Si te va el surf, además, la localidad es bien conocida por tener la ola de izquierdas más larga de Europa. Una buena manera de levantar los ánimos tras la noche de conciertos y calentar motores para los del día siguiente.

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Reciclaje. Por situarse en un espacio protegido, el festival puso especial cuidado en que los asistentes cuidasen del entorno. El recinto contaba con contenedores separados por residuos y los vasos eran reutilizables.


A mejorar

El reparto del cartel por días. Parece que el festival quiso separar a las bandas por estilos: el viernes sonó a rock, pop e indie, y el sábado a blues, funky y un rock 'n' roll más añejo. El problema, sin embargo, es que aquellos que eran más conocidos por el público general se concentraron el primer día, lo que resultó en un programa un poco desequilibrado.

Sin opciones para vegetarianos. El aforo del Mundaka Festival era muy limitado, por lo que con un puesto de comida era más que suficiente. La carta, sin embargo, se limitaba a hamburguesas, salchichas y atún a la plancha: sin opciones para los vegetarianos, que debían salir del recinto, comer fuera y volver a entrar. También echamos de menos otras ofertas con las que picar algo ligero de madrugada.

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No se devolvía el dinero del vaso. Costaban un euro, y se podían conservar durante todo el festival. Sin embargo, y al contrario que en otras citas como en el Bilbao BBK Live, el dinero no se devolvía si se retornaba el vaso. Un euro no es mucho, pero suficiente para que la gente lo dé por perdido y acabe tirando el recipiente al suelo, que es precisamente lo que se pretende evitar. Al menos, se debería avisar al consumidor de que su dinero no le será devuelto.

Transporte nocturno. El festival no cuenta con camping, por lo que al apagar los focos a muchos les tocó coger el tren de vuelta a sus casas. Hubo servicio especial de Euskotren tanto el viernes como el sábado, pero no todos llegaban a todas las paradas, ni siquiera a Bilbao, que concentra la mayor parte de la población y el turismo. Para llegar a la capital vizcaína, que de por sí toma una hora de viaje en el trayecto más corto, hubo periodos de espera de hasta dos horas.

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A pesar de las pegas que hayamos podido encontrar, el Mundaka Festival es un evento que enamora. Unos de esos amoríos bucólicos aderezados con buena música, mar, cerveza, mucho sol y un envidiable álbum de fotos de recuerdo cuando la relación acaba. Tan solo tres días después, pero a la espera de otro flechazo en 2018.

Ergo
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