Tenía muchas ganas de compartir un festival con mis padres. Enseñarles
esa parte de lo que hago en la vida, que tantas veces les he contado pero que es complicado de entender desde fuera. Y
fue una experiencia fantástica y especial, que recomiendo a todo el
que tenga la oportunidad.
El Festival de la Isla de Wight a finales de los 60 estaba llamado a ser el Woodstock europeo antes de que Glastonbury tomara ese relevo. De hecho la primera edición fue en 1968, un año antes que Woodstock y dos antes que Glasto. El mundo estaba cambiando y los jóvenes de Europa, aunque influenciados por las teorías de la Generación Beat yanqui, ya tenían su propia visión sobre eso.
La leyenda del último Festival de la Isla de Wight de la "era antigua", el de 1970, siempre estuvo rondando en mi cabeza. Tal vez por lo del Woodstock europeo, tal vez por el accidentado concierto que allí dio Jimmy Hendrix dos semanas y poco antes de morir o por las historias de caos absoluto, de invasión hippie de la isla, de un escenario ardiendo o de Leonard Cohen cerrando el festi en pijama y con ojos de llevar una semana colocado. Tras esa edición, el festival se canceló y se perdió en el tiempo.
Pocos años después, en la década de los 70, mi padre desembarcó en esa isla. El festival ya no se hacía pero la isla seguía siendo un enclave atractivo y rodeado de mística al sur de la costa inglesa.
Hace unos meses en mi cabeza fue tomando forma una historia que unía los relatos de mi padre sobre ese viaje -incluyendo una promesa realizada hace algún tiempo- con la leyenda del festival y con una frase que todo festivalero dice en casa no pocos jueves durante el verano: papá, mamá, mañana nos vamos al Viña, o al BBK, o al Sziget... mañana nos vamos de festi.
Entonces me surgió la pregunta: ¿qué se imaginan mis padres cuando les digo que me voy de festival? ¿Realmente tienen la más remota idea de a dónde voy?
Y vi que la única manera de que lo comprendieran era irme con ellos de festival. Y así lo hicimos. Y allí acabamos, en la isla que un día fue una promesa y en el festival que el tiempo olvidó durante décadas para retomarlo a mediados de los años dosmil.
Por supuesto el de hoy no tiene nada que ver con la historia de 1970. El festival de la Isla de Wight de la era moderna resultó ser el sitio perfecto para ir en familia y fue una suerte poder ir con la mía. Se desarrolla en un parque enorme cerca de la capital Newport. Nada más entrar se respira ambiente de festival, la gente va y viene con una cerveza de la mano a pesar de que son sólo las 11 de la mañana. Nos reciben decenas de puestos de colores, banderas ondean al viento. El día es el más soleado que haya visto esa isla. En la entrada hay un gran faro naranja y blanco al que puedes subir y tirarte luego por un tobogán
Mis padres acaban de convertirse en niños curiosos. Se miran, sonríen y no dejan rincón sin explorar. El ambiente, la mezcla de gentes y de músicas, el montaje, las carpas... para ellos es algo totalmente nuevo. Para mí es la primera vez en ese festi, pero tirando de experiencia les explico cómo va todo. Mirad, en este escenario tocan grupos locales no muy conocidos y allí en lo alto de esos palés de madera hay un DJ que pincha música durante todo el día. En la mayoría de festivales para pedir en la barra necesitas sacar tickets antes pero en Inglaterra son muy suyos y se paga directamente con dinero. A aquellos que van en zancos con trajes victorianos los contrata la organización para darle vidilla al recinto, como un teatro de calle.
¿Y esos vestidos de personajes de Alicia en el País de las Maravillas? Ah no, a esos no los contrata nadie, vienen así por voluntad propia. Como aquellos dos tíos asiáticos que parecen John y Yoko. Claro que Yoko sí es asiática. O esos dos mimos con boina a la francesa. Pues esos también son festivaleros de a pie.
Apuntamos el horario de la carpa de actividades del Kiwi Camp. Hay Festival Fitness, Dancing Yoga, concurso karaoke. Luego viene una fanfarria a tocar. Ah, pues luego venimos, ¿no? Claro papá, eso está hecho. Anda mira, un tobogán en el que te dan un saco para tirarte y al final te invitan a un chupito de sidra. ¿Nos tiramos? Por supuesto, mamá, a eso hemos venido.
Hay una gran carpa, con semblante de circo, que acoge un escenario donde actúan bandas desde primera hora. Entramos en Kashmir Café, en una jaima donde hay un chico tocando en acústico ante un público sentado a la sombra. Sólo sirven tés de todo tipo. Hay una carpa más pequeñita con decoración ochentera, la gente entra limpia y sale llena de purpurina. Luego tocan ahí una banda tributo a Guns'n'Roses. ¿A quién? Da igual, tampoco vamos a forzar.
Hay flores en el pelo, gafas de colores, pelos de colores, botas de agua aunque hace sol, despedidas de soltera a la inglesa, un equipo entero de animadoras, una noria enorme, un tiovivo antiguo, una zona especial para niños con juegos, marionetas, y un montón de talleres. Hay decenas de niños allí. Mis padres se imaginan lo bien que lo pasarían allí sus nietos, mis sobrinos. Los traeremos, con sus padres. Toda la tropa.
Hay Strawberry Fields y Champagne Supernova.
Comemos fish and chips sentados en la hierba viendo a The Cosmics, un grupo de chavales que no lo hacen nada mal. Es difícil prestar atención. Hay muchas distracciones. ¿De qué van vestidos esos? De Power Rangers, se han vuelto muy populares en los festivales, siempre hay alguno. Pues tiene que dar un calor el traje ese... Jaja, lo pasan bien. ¿Y aquellos con faldas y gorros de piloto? Buff, pues ahí no sé qué decirte, creo que es lo primero que encontraron esta mañana en su mochila. O ayer.
Todavía no hemos llegado al escenario principal en nuestra exploración del Festival de la Isla de Wight. Por cada rincón que pasamos hay música, en directo o pinchada. Nos lo bailamos todo de camino. Mi madre la que más.
En el principal todo es más grande. La enorme explanada está llena de gente de todas las edades, muchos miles, con sus sillas de camping y sus mantas. Es como un enorme picnic. Hay familias enteras, de abuelos a nietos. Está tocando Tom Chaplin pero nadie le hace mucho caso. Bueno con Keane tampoco es que fuera el showman del año. Tiempo para una mini-siesta, pero no demasiado rato que hay mucho que ver por ahí.
Y entonces, ¿quién elige a los que tocan en cada escenario y cómo deciden en qué escenario toca cada grupo? Son buenas preguntas. Se responden por la tarde, cuando empiezan a llenarse de público todos los escenarios a la vez pero ninguno rebosa. Las organizaciones de estos eventos tienen ahora mucha experiencia y pueden hacer buenos cálculos para que la gente esté lo más cómoda posible. En los 60-70 era distinto. Era todo pundonor y buenas intenciones. Y en los 90. Y bueno, ahora en algunos sitios también. Pero muchas veces dependerá del presupuesto que tengan, ¿no? Sí, claro, y del cariño que le pongan.
Asistimos a los guitarrazos de The Kooks, a las melodías de Texas, descubrimos al dúo guitarrero Shawhawk Duo que versionan éxitos de electrónica y alguna cosa más con tan sólo dos guitarras clásicas. Nos lo seguimos bailando todo. Coincide que hoy tocan dos divas inglesas, pasado y presente, Melanie C (sí, la ex-Spice Girls ha vuelto) y Zara Larsson. Ambas hacen la misma versión de Ed Sheeran. Muy originales.
Pero el cabeza de cartel del día son Arcade Fire. Quizá para el primer día de festival de mis padres, ponerles a Arcade Fire a las 23h de fin de fiesta y después de una jornada de tantas emociones pudiera parecer demasiado. Pero allí estábamos, queriendo que aquello no acabara nunca y bailando con los canadienses. Y con el nombre aprendido.
Recogerse después de un día así es duro. Hay mezcla de sensaciones vividas, de miradas y sonrisas que quieres asimilar y que no se escapen. También algo de cansancio y dolor de pies. ¿Y cuando vais por ahí una semana de festival es todos los días así? Si papá, así y más. Corriendo a ver conciertos para todos lados, todo el día, todos los días. Y si encima vamos como prensa y a hacer fotos de los conciertos ya ni te cuento. ¡Pues hay que estar en forma! Ya te digo.
Tenía muchas ganas de compartir un festival con mis padres. Enseñarles esa parte de lo que hago en la vida y que tantas veces les he contado. Y fue una experiencia fantástica y especial para todos, que le recomiendo a todo el que tenga la oportunidad.
Concluimos que una vez visto, no es como imaginaban. Veían los festivales con recelo, como una especie de caos, con multitudes agobiantes y algo peligrosos, y bueno, ahora ven que no tiene por qué ser así. Al menos la mayoría (escribo esto esperando que no hayan visto lo del Tomorrowland de Barcelona). Y que realmente, todo lo que se ve, se escucha, la gente que te cruzas y con la que hablas, la mezcla de estímulos, de libertad y de ruptura con las convenciones del día a día... puede ser muy saludable.
Y a veces la historia acaba cerrando el círculo. Casualidades de la vida, en la Isla de Wight nos alojamos en casa de Pete, un tipo que asistió -y sobrevivió- a aquel mítico festival de 1970 y que se quedaba dormido de pie de cansancio mientras Jimmy Hendrix tocaba Purple Haze encima de un escenario en llamas.
Ah, sí. ¿Y la promesa? Se cumplió.
kboy
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