Ya teníamos ganas de caer por Gijón para hacernos un festival. Conocíamos la ciudad, teníamos buenas referencias del Tsunami y este año, nos embarcamos en una aventura que nos llevó como primera parada hasta allí, hasta Asturias, con ganas de comprobar todo lo que nos habían contado.
De primeras, Gijón no decepciona nunca. Una buena previa el día anterior por Cimadevilla nos lo dejó claro. Buena comida, buena sidra, buen ambiente y garitos que cumplen las expectativas. Tras esa noche y después del obligatorio cachopo... Bus y al festival. Que el transporte público de la ciudad te acerque hasta la misma puerta de la Laboral es un gran punto a favor.
Una vez allí, entrada cómoda. El festival ya está en marcha y el ambiente que se respira parece bastante familiar. Lo primero que nos impresiona es el recinto. La plaza central donde se encuentra el escenario principal está dentro de la Universidad y la arquitectura le da un toque distinto. Otro punto para el Festival. De ahí, al reconocimiento rápido del recinto... Baños, zona de comida, barras y segundo escenario en las canchas de baloncesto. Todo muy a mano, todo muy guiado, todo muy familiar, veremos cómo va la cosa cuando empiece a llenarse.
Cambiados los tokens donde ya vimos las primeras colas, primera cerveza y a escuchar a Carolina Durante. Será por el horario o por las excesivas posturas sobre el escenario no acabamos de entrar en el directo y decidimos hacer nuestro concierto alternativo con bailes regionales incluidos. Tachado este slot, turno para Willis Drummond. Aquí la cosa empieza a calentarse. Descarga sin florituras pero muy efectiva. Y eso se nota en el público. Con Pulley atardece y aunque el sonido no acaba de despegar el show funciona.
La gente que poco a poco va llenando el recinto se lo está pasando en grande pero se empiezan a ver excesivas colas en los baños y alguna que otra cola de más en los cambios de tokens. Es entonces descubrimos el verdadero drama. Una cola kilométrica para intentar cenar algo. El sistema no parece muy práctico, hay que hacer una primera cola para pagar lo que quieres comer y una segunda para recogerlo. Eso provoca un efecto embudo en el que nos consta que más de un festivalero estuvo mucho, mucho tiempo. Un auténtico desastre que provocó que al día siguiente el festival anunciara que se podía introducir comida en el recinto. Una rápida reacción tras un malísimo planteamiento. Menos es nada.
Entre colas y esperas se va acercando la hora de The Offspring. Ya teníamos ganas de volverlos a encontrar. Y tenemos que decir que no esperábamos un gran concierto. Los californianos nos habían decepcionado más de una vez. Quizá por eso, porque no esperábamos mucho, nos sorprendió. La descarga musical fue tremenda, el setlist redondo, la puesta en escena intensa. Ellos entregados, la gente absolutamente entregada. Una comunión perfecta que acabó con un gran concierto. Sí señor. Otro puntazo para este festival.
Con ese buen sabor de boca y tras darnos un paso por ASG enfilamos el camino de vuelta. Y de nuevo colas, colas y más colas. A pesar de la gran cantidad de autobuses, la espera se alarga. Es lo que tiene que tras tu cabeza de cartel cierres el día. Paciencia y a descansar.
Para el segundo día y como suele suceder en casi todos los festivales, las colas desaparecieron. Vimos a La M.O.D.A. en un horario todavía un poquito frío para conectar. Siguió con Not Fun At All que por problemas de vuelos tuvieron que tocar en el segundo escenario y se les quedó pequeño. Como pequeño se le quedan todos los escenarios a Berri Txarrak. Hora y media sin parar. Con un sonido descomunal y con todo el mundo a los pies de estos muchachos que se van a ir por la puerta grande.
Había que tomarse un pequeño descanso tras el vendaval Berri para ver, no sin cierta curiosidad a Kaiser Chiefs. Los británicos son unos supervivientes natos y desde luego tienen más que dominado el directo. Con un show facilón en algunos tramos, con los guiños que nunca fallan con su público y con los tres o cuatro temazos de siempre cumplen con creces, te dejan una sonrisa y a otra cosa.
Y la última cosa era NOFX. Los que los conocen bien aseguraban que la hora y pico que les habían puesto era demasiado. Que escucharíamos música unos quince minutos y peroratas sobre el escenario durante más de media hora. Suena exagerado pero no les faltaba razón. Bien es cierto que hubo charleta, pero también hubo música. Otra vez la acústica ayudó y el Tsunami puso un buen colofón con los californianos entregados a la causa.
Como balance y leyendo y escuchando las opiniones de los veteranos en este festival, esta edición de 2019 estuvo sobredimensionada de gente. Hubo algún que otro problema con la devolución de los tokens y hay quien también se quejaba del nivel del cartel. Esperemos que la organización aprenda de los errores porque festivales como el Tsunami escasean y hay que cuidarlos para que no se pierdan en la maraña del más de lo mismo en la que el que menos importa es el festivalero que quiere pasarlo bien.
J&B
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