En lo puramente musical, Blowfuse empezaron con mucha actitud, pero con un ambiente frío. Sólo en sus canciones más conocidas hubo un intento de caldear el ambiente, sin mucho éxito. De hecho, fueron los propios Blowfuse quienes pidieron la colaboración del público para en su último tema, conseguir que se acercaran al escenario para generar un ambiente algo más cálido. Una pena no poder verlos en otras circunstancias, nos guardamos la espinita.
Mucha expectación había por ver a Pulley. Tanto por lo poco que se dejan caer por aquí como por la salida del nuevo disco. Sin embargo, mucha expectación puede también ser sinónimo de poco, y así fue. Creo que se les juntaron varios aspectos. En primer lugar, que son una banda para espacios más pequeños (sala) y que el sonido no acompañó en ningún momento. Su vocalista tampoco tuvo su mejor día ya que en ocasiones daba la sensación que no llegaba a las entonaciones más agudas. Seguramente debido a estar varios días seguidos de gira. La duración nos resultó corta, ya que cuando parecía que querían empezar a engranar, terminaron. Una pena.
Millencolin fueron clarísimamente de menos a más. Las primeras canciones sólo sonaban la batería, el bajo y un poco la voz. Sin noticias de las guitarras. Tienen la suerte que al tener varios temazos, la gente se animó por encima del sonido, y si no que se lo pregunten a uno de los guitarras, que vió como su monitor fue bañado en cerveza. Conforme pasaba el concierto se fue estabilizando el sonido, y consiguieron terminar dejando buen sabor de boca al Wizink.
Tocaba el turno de Mike Munir y su Suicidal Tendencies. Fueron los primeros en empezar a disfrutar de un sonido a la altura de la banda. Comenzaron con “You Can´t Bring Me Down”, que despertó al público del letargo. Con la nueva formación, cabe destacar la aparición del nuevo y joven batería que sirvió de referencia a la banda en todo momento, y sobre todo la presencia de Tye Trujillo (bajo de su bajo padre, Robert Trujillo). Este chaval tiene mucha hambre y se le nota. Desparpajo como si llevase toda la vida encima de un escenario. 15 años tiene la criatura. Sin palabras. Buen concierto de los angelinos, que sirvió de aperitivo para lo que íbamos a vivir a continuación.
Y llegó el momento de los anfitriones de la fiesta. Bad Religion sonó perfecto. Da rabia pensar por qué el resto de las bandas dieron la sensación de estar tocando en otro recinto, ya que el sonido era otro. Dicho esto, la actuación de los californianos fue impecable. Tocan mucho y muy bien. Nadie que vaya a un concierto de Bad Religion, se sentirá defraudado. Son un referente de todo un género y han asumido ese rol. El setlist elegido repasó su carrera en sus distintas épocas, fue equilibrado y no fallaron los himnos. La explosión de “Generator”, “Recipe for Hate”, la locura de “Punk Rock Song” y “Los Angeles is Burning”. Hay que destacar también el juego de luces de esta ocasión, que adornó todavía más el show. En definitiva, un gran concierto de una banda que dio una clase magistral de cómo conseguir que un género tan específico siga teniendo esa continuidad, 30 años más tarde. Putos genios.
Fotos: kboy
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