Mis primeras tomas de contactos con Mikel Izal fueron en el televisor del bar donde desayunaba, que días tras días ponía el canal Sol Música, eso sí, sin volumen, y se sucedían videoclip de las bandas indie de moda como SUPERSUBMARINA, LORY MEYERS, VIVA SUECIA o HAVALINA, nombres que se me quedaron grabados como películas mudas. Hoy gracias a una mayor apertura de mente, empiezo a poner banda sonora a estos vídeos, y en esta ocasión le tocaba el turno a MIKEL IZAL, ex vocalista de IZAL, que hoy vuela solo, y de qué manera.
Llevo dos años y medios escuchando de manera continua hablar
de Mikel Izal, y su camino al éxito, quizás mi compañera de viaje cree que no
la escucho, y por eso me repite las mismas historias una y otra vez, pero sí la
escucho, y por eso disfruto cuando me cuenta con tanta ilusión, cariño y
admiración la carrera del artista, y no me canso de escuchar las anécdotas y
apuestas del artista porque en su boca cobran otra dimensión, pero este sábado
me tocó descubrir el fenómeno Mikel Izal en primera persona y sus palabras
tomaron todo el sentido.
Para empezar, la ubicación, El Palacio Generalife de la Alhambra.
Mucho se ha escrito sobre una de las maravillas del mundo moderno, sus paredes
transpiran historia, y esta noche se escribiría otra página de la historia con
el concierto de Mikel Izal, tal como los hicieron los demás artistas del ciclo
1001 Músicas – CaixaBank, Noah, Vetusta Morla o Diana Krall.
Mikel Izal nos presenta su show completo, un viaje desde el
miedo al paraíso, un viaje donde recoge las sendas de su disco en solitario “El
miedo y el paraíso”, y otras piezas de su anterior trayectoria. Un viaje
articulado en cuatro actos, donde evolucionan los sonidos, la intensidad, la
temática de las letras y los colores, esos colores omnipresentes marcando tanto
el espíritu como el alma.
El espectáculo inicia con el color rojo, “El miedo”, esos
miedos que te mantienen en una cárcel invisible. “La gula” o “Pánico práctico”
son tantas maneras de justificar el inmovilismo, pero con “Despedida” se cierra
un ciclo, y empieza la primera explosión que desencadena en el segundo acto:
“El Grito”. Con ese acto Mikel Izal y su banda pasa de estar introvertido a una
primera explosión donde destacan temas como “La huida”, “Pausa” o “El Pozo”.
Pero después de un exceso de euforia, vuelve a cambiar los colores y el
ambiente.
El tercer acto: “La fe”, inició con el artista y sus músicos
en el centro del escenario en un tema acústico y a capela. 'Meiuqèr' se convirtió
en un momento de comunión intimo entre la banda y el público. En ese acto se
puede disfrutar el tema que más me está gustando del artista “La fe”, una
canción preciosa con un estribillo que se marca con tinte indeleble en el
corazón.
El cuarto acto: “Paraíso”. El final del camino es una
explosión, la llegada a las puertas del “Paraíso” de manera apoteósica. La
evolución del setlist se hace patente, con temas vivos, alegres y que invitan a
bailar y cantar.
Cuando se vive una noche así, es difícil concebir el viaje
recorrido por un joven chico de navarra que dejo su trabajo para dedicarse a su
pasión, la música, y a pesar del miedo, se lanzó al vacío con un grito en una
prueba de fe para llegar a su paraíso.
Para mí también fue un momento en el paraíso con mi
acompañante disfrutando de la música con la misma chispa en la mirada que cuando
me cuenta la vida de uno de sus artistas favoritos.
Tal como dijo Mikel durante el concierto, no se puede soñar en algo más grande y alto que tocar en la Alhambra, y ya su madre, ya puede dormir tranquila.
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