Hacía tiempo que no nos veíamos las caras y el reencuentro no decepcionó. Acostumbrado a verlos siempre sobre el escenario gigante de un Festival, encontrarse a Gogol Bordello y los suyos en sala fue todo un re-descubrimiento. Redescubrimos una máquina muy bien engrasada, capaz de enlazar sin descanso himnos para que la pista se convierta en un charco de sudor.
Antes de la fiesta gipsy-punk, Split Dogs calentaron motores ante un aforo bastante más reducido pero que entró en el espectáculo a pesar de los problemas de sonido de los que recurrentemente se disculpaban los británicos. En la voz una Harry que llena el escenario y a la que te imaginas en batín y rulos cuando está recuperando la garganta en su casa. Casi cuarenta minutos de punk callejero que dejó a la gente con las expectativas muy altas.
Algo que no rebajó la media hora de retraso que nos regalaron los neoyorkinos. Detalle sin importancia que se olvidó en el momento en que apareció Eugene con la botella de vino tinto. Esta vez no aporreó el bombo pero sí que bautizó a la primera fila y el foso. A partir de ahí la locura. La gente se entregó a las más conocidas y cumplió con las menos habituales.
El calorcito en la sala lo decía todo y eso que La Riviera registró una más que modesta (y sorprendente) media entrada. Pero los que estuvimos lo dimos todo, puño alto mostrando la Solidaritine no sólo con el pueblo ucraniano, también con el de Gazatí al grito de Free Palestine. La aparición de las Puzzled Panther le aportó un toque de frescura a mitad de concierto y le dio un respiro a Eugene para volver con más fuerza.
Más de hora y media de puro gipsy-punk y unos bises donde no faltó alcohol arriba y abajo. Una máquina bien engrasada que en sala suenan todavía más potentes. Un espectáculo recomendable que siempre sorprende por muchas veces que lo veas. Repetiremos. Sin duda!
J&B
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