Tenemos ausencias. Cada vez más a menudo. Una parte de la mente está invadida por una mecánica espontánea que organiza comportamientos estereotipados aparentemente inconexos. Tictac, Tictac, hacia la isla de la libertad. Nos despertamos a las 3 A.M. intentando pinchar una quechua en el cemento del garaje, sentimos el impulso irrefrenable de volver a revisar la mochila, nos miramos al espejo antes de ir a trabajar y nos damos cuenta de que llevamos puesto el sombrero festivalero. El espíritu de Obuda nos está llamando. La cabeza ya está en Sziget.
Pero antes de reencontrar el alma, a los cuerpos festivaleros les queda un largo camino hasta la isla del Danubio. Algunos lo recorrerán en avión, otros en tren, otros ya lo están haciendo en bicicleta. La mayor parte atravesarán Francia, Suiza, Austria, o Italia y Eslovenia para acudir a la llamada. A nosotros, la isla nos ha llamado por el camino serbio con parada obligatoria en Guca.
GUCA! La primera vez que oí esa palabra fue en Sziget, charlando con un festivalero viajero. Tardé diez segundos en olvidarla, pero retuve lo más importante: en un pueblo perdido de Serbia hay un "festival de las trompetas", una concentración de bandas de gitaneo balkánico. Allí puedes acampar en los jardines de las casas y te despiertan los sonidos de las tubas y las trompas. O lo que un festivalero llama el paraíso.
Fue este mes de marzo, más o menos. Había pasado una noche delirando con cuarenta de fiebre de Malta provocada por una resaca mal curada. Me estaba sirviendo un café reparador y recordé, de pronto, que durante la noche había tenido una gran idea o una horrible visión pero era incapaz de recuperarla de la profunda oscuridad de la memoria. Corrí a buscar la libreta que nunca tengo en la mesilla de noche y allí estaba. En grandes y temblorosas mayúsculas, había escrito: ¿Puede un festivalero soñar con trompetas eléctricas? Así fue como supe que no habría escapatoria: este iba a ser el año de Guca.
El próximo jueves 7 de Agosto, tres festivaleros tienen cita en Belgrado. La misión: ir hasta lo desconocido y tratar de volver. Los horarios de autobús son un incomprensible jeroglífico que pasa por Çaçak y no somos capaces de explicaros como llegaremos. El programa cambia a cada minuto y hasta el propio Goran ha desaparecido con su helicóptero, así que tampoco os podemos decir lo que esperamos ver. Pero no os preocupéis que a la vuelta, si conseguimos acordarnos del sueño, os contaremos hasta el último detalle.
Dr. J
Pero antes de reencontrar el alma, a los cuerpos festivaleros les queda un largo camino hasta la isla del Danubio. Algunos lo recorrerán en avión, otros en tren, otros ya lo están haciendo en bicicleta. La mayor parte atravesarán Francia, Suiza, Austria, o Italia y Eslovenia para acudir a la llamada. A nosotros, la isla nos ha llamado por el camino serbio con parada obligatoria en Guca.
GUCA! La primera vez que oí esa palabra fue en Sziget, charlando con un festivalero viajero. Tardé diez segundos en olvidarla, pero retuve lo más importante: en un pueblo perdido de Serbia hay un "festival de las trompetas", una concentración de bandas de gitaneo balkánico. Allí puedes acampar en los jardines de las casas y te despiertan los sonidos de las tubas y las trompas. O lo que un festivalero llama el paraíso.
Fue este mes de marzo, más o menos. Había pasado una noche delirando con cuarenta de fiebre de Malta provocada por una resaca mal curada. Me estaba sirviendo un café reparador y recordé, de pronto, que durante la noche había tenido una gran idea o una horrible visión pero era incapaz de recuperarla de la profunda oscuridad de la memoria. Corrí a buscar la libreta que nunca tengo en la mesilla de noche y allí estaba. En grandes y temblorosas mayúsculas, había escrito: ¿Puede un festivalero soñar con trompetas eléctricas? Así fue como supe que no habría escapatoria: este iba a ser el año de Guca.
El próximo jueves 7 de Agosto, tres festivaleros tienen cita en Belgrado. La misión: ir hasta lo desconocido y tratar de volver. Los horarios de autobús son un incomprensible jeroglífico que pasa por Çaçak y no somos capaces de explicaros como llegaremos. El programa cambia a cada minuto y hasta el propio Goran ha desaparecido con su helicóptero, así que tampoco os podemos decir lo que esperamos ver. Pero no os preocupéis que a la vuelta, si conseguimos acordarnos del sueño, os contaremos hasta el último detalle.
Dr. J
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